La hora de la confianza

Guillermo Hinestrosa

Hace unos años se pensaba que la reputación era un valor personal asociado con el cumplimiento de la palabra, la buena educación y las buenas costumbres.
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Pronto la farándula y el mundo del Jetset, divertido y promiscuo, la desacreditaron e hicieron cambiar de opinión a muchos jóvenes: la buena fama se volvió sinónimo de conservadurismo, pacatería; algo anticuado, pasado de moda. Mae West (una especie de Amparo Grisales norteamericana, del Siglo XX) dijo una noche, achispada y con sonoro desparpajo, ingresando al hotel con dos apuestos chambelanes que sumaban su edad: “He perdido mi reputación, pero no la echo de menos…”. ¡Ah, las canas al aire que se tiró la vedette hasta pasados los ochenta años!

 

Algo parecido piensan algunos políticos habituados a luchar en el lodazal de las elecciones, acusando y siendo acusados, mintiendo, comprometiéndose a lo que sea, para al final arrojarse sobre los presupuestos públicos con afán y descuido, como si el mundo se fuera a acabar mañana.

No ocurre lo mismo en el ámbito empresarial. El posicionamiento de la marca o top of mind, la confianza del consumidor son atributos a los que toda organización aspira. Las franquicias giran alrededor de una imagen óptima de calidad, rigurosa selección de insumos, procesos minuciosamente elaborados que le garanticen al cliente una “experiencia de marca” si no única, por lo menos diferenciada. El Good Will es otro concepto antiguo, tangible y poderoso. Marcas como ROOTT+ CO, Samsung, Arturo Calle o Mercacentro valen más que la suma de inventarios y productos exhibidos en los mostradores. Están asociadas a una tradición, una historia, en algunos casos a una leyenda. Han conquistado el corazón de su clientela con una atmósfera especial, valores que generan la admiración y fidelidad del consumidor. Pero estos intangibles son frágiles y pueden estropearse. Un paso en falso y los héroes pueden devenir villanos, o como dicen las mamás: “Una mosca echa a perder la leche fresca”.

La confianza entre gobernantes y gobernados será la clave para sortear esta crisis económica. La unión es otro elemento fundamental, pero esta se logra generando un ambiente positivo en el que todos demos lo mejor actuando con solidaridad, optimismo, buena fe; haciendo rendir los escasos recursos.

Bien hizo el alcalde al echar abajo la contratación de los escenarios deportivos a cargo del Imdri. Importante que entendamos que todos los procesos deben convocar decenas de proponentes, gestar una sana competencia entre firmas de reconocido prestigio, locales y foráneas.

Deseable que las nuevas obras se conviertan en hitos urbanos que borren la vergüenza de los frustrados juegos nacionales, en los que hubo una corrupción comprobada que nos tiene a todos crispados y con los pelos de punta. 

Ahora que se estudian los planes de desarrollo y las solicitudes de endeudamiento para financiar los proyectos contenidos en los mismos, es indispensable que las ordenanzas departamentales y los acuerdos municipales que los aprueben, establezcan que toda la contratación pública se acoja a los pliegos tipo de la Agencia Nacional de Contratación Colombia Compra Eficiente.

Valga parafrasear el manido lugar común sobre la honestidad de la mujer del césar: señores contratistas: “No solo deben serlo, sino parecerlo”; señores contratantes: “No sólo deben parecerlo, sino serlo”.

GUILLERMO HINESTROSA

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