666

Guillermo Hinestrosa

Haciendo una pausa del asfixiante aislamiento fui a la barbería para que una de mis queridas correligionarias me peluqueara.
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Ella, ideando nuevas oportunidades de ingresos, propuso aprovechar mis desgreñados cachumbos para cambiar de look. La miré asombrado: mis entradas, más prominentes que las de Abelardo De la Espriella, no dan muchas opciones. Notando mi desconcierto, agregó confiada:

“Fíjese en el doctor Petro: se deja crecer el cabello del lado izquierdo y lo exporta a la frente, donde ha aprendido a hacerse un cachumbo que en recintos cerrados disimula admirablemente su calvicie. Usted tiene más pelo p´a moña que él”. Pese a la evidente sobrevaloración la miré agradecido, aunque seguía algo escéptico.

- La vanidad no exclusiva de los castrochavistas: Boris Johnson, el Primer ministro británico, hace lo mismo, aunque sus bucles dorados provienen de la coronilla… Usted no tiene nada que perder, déjeme ensayar. Si no le gusta, saco la plantilla No 1 y lo rapo, como siempre.

Miré nervioso a todos lados, verificando que no hubiera nadie. Me tranquilizó ser el único testigo del arriesgado experimento estético. Me entró curiosidad sobre los milagros que pudiera hacer esa estilista, directora de alabanza de mi iglesia, y respondí: -“Hágale Yuly, pero si llega a asomarse alguna de las socias del Club Campestre, me rapa de inmediato”, y me concentré en la revista Semana.

El chismorreo no versó sobre secretos de la congregación, sino acerca de graves descubrimientos relacionados con el fin del mundo. Datos muy alarmantes. - Doctor, yo siempre confié en Donald Trump. Me parecía un señor muy piadoso, que cuenta con el respaldo de las iglesias americanas para oponerse al matrimonio gay. Hace unos días lo vi con una Biblia en la mano, abriéndose paso entre las multitudes ateas que se apartaban como las aguas del Mar Rojo al paso de Moisés. Los evangélicos uribistas lo bendecimos. Es nuestro aliado para erradicar de comunistas a América Latina, pero ahora no sé qué pensar… Levanté la mirada para mirar el estado del arte en mi cabeza, cubierta por un gorro que hedía a amoníaco. El misterioso producto ardía en mi cuero cabelludo.

-¿Qué la puso a dudar Yuly?

-¿Usted ya vio la serie Dirty Money, de Netflix?” Negué con la cabeza. -Yo sí, y estoy aterrada. Resulta que Jared Kushner, abogado judío, esposo de Ivanka Trump, adquiere condominios enteros y les cobra cifras abusivas a los inquilinos pobres. Si no pagan los echa a la calle, con la complicidad del gobierno, especialmente si son negros o latinos. -Eso no solo lo hace la familia Trump, es una constante en los Estados Unidos-, respondí.

-Puede ser, pero el señor Kushner despacha desde un edificio con el nombre 666, en letras doradas. Es el número de la bestia, doctor. Le expliqué que la dirección de su oficina es 666 Fith Avenue, en Manhattan. -¡No puede ser una coincidencia! El Apocalipsis dice que el anticristo no hará caso del amor de las mujeres, y Donald Trump no ama a la pobre Melania. No es sino verle la carita de aburrida.

De repente vi unos bucles azabaches posados vaporosamente sobre mi cutis capilar. Yuly me pasó un espejo de mano y con visión 360 grados vi, maravillado, la estampa del Comandante Aureliano (como llaman en el M-19 y el Centro Democrático al caudillo que ambos partidos se empeñan en hacer presidente). Me imaginaba yo con la banda presidencial terciada hacia la izquierda, cuando intempestivamente llegó mi esposa e interrumpió diciendo:

-¡Qué cosa tan horrible, parece una bestia! ¡Cuando le pase el blower le quedarán esas greñas como carne molida! Hasta ahí llegaron mis otoñales veleidades izquierdistas. - ¡Yuly, por favor, la plantilla No1!

GUILLERMO HINESTROSA

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