Reordenando el armario

Guillermo Hinestrosa

Gran revuelo causaron las afirmaciones el Papa consignadas en el filme Francesco: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en una familia, son hijos de Dios. No se puede echar de una familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso. Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Yo defendí eso. Nadie debería sentirse miserable por ello”. Dice en el documental, cuya premier fue lanzada la semana anterior en la ciudad de Los Ángeles. Su posición era de público conocimiento en Buenos Aires, siendo arzobispo, antes de ser electo Papa.
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No obstante, según Hugo Valdemar, exvocero de la Arquidiócesis de la Ciudad de México, “Las conferencias episcopales se han quedado pasmadas. Los comentarios de Francisco contradicen todo el magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI y eso es lo desconcertante”. Es de aclarar que Francisco no se refirió al sacramento religioso del matrimonio, sobre el cual no ha habido ningún cambio, sino a las leyes sobre uniones civiles, pero azuzó el ala conservadora de la Iglesia al renunciar a la moral católica como único elemento rector de la legislación, y reconocerles, expresamente, a los homosexuales, derechos constitucionales que les permitan ser aceptados como ciudadanos de primera.

Seis estados latinoamericanos reconocen el matrimonio homosexual. Colombia dejó de ser un estado confesional en 1991. Nuestra constitución garantiza la libertad religiosa. La Corte Constitucional ha ido eliminando pecados de la lista de delitos castigados con penas, discriminaciones o censuras. No obstante, es un asunto que se aleja del consenso en tiempos de polarización política.

No se me borra de la mente el abrazo de reconciliación y perdón que se dieron dos acongojadas mujeres del pueblo: la hermana de Juliana y la madre del soldado que la mató en un confuso retén del norte del Cauca. El occiso, un humilde muchacho trans que veinte años atrás fue bautizado con el nombre de Carlos Julián Giraldo. Cuentan los cronistas que creció en el seno de un hogar que fue aprendiendo a amarlo y aceptarlo. Como en casi todos estos casos, sus modales, elección de juguetes, tipo de ropa fueron orientados en sentido contrario a su identidad sexual; luego reprimidos o auto reprimidos, hasta que su orientación y preferencias sexuales se hicieron evidentes y no pudo contenerse más.

Juliana encontró a su compañero sentimental en un paradero de buses. Montaron una microempresa de alimentos, una peluquería y hacían trabajo social. Su muerte nada tuvo que ver con un acto de homofobia, pero las redes sociales estallaron con descalificaciones a esa relación por parte de los fundamentalistas religiosos, y a falsas denuncias contra las fuerzas armadas de los radicales de izquierda. Fanatismos que llegan a su fin cuando olvidándonos de la política y el qué dirán convivimos con un hijo, una hermana, un amigo o una compañera de trabajo, en una de tales condiciones, que se han ganado nuestro aprecio y respeto sinceros.

El Cónclave de marzo de 2013, al que asistieron cardenales de los cinco continentes, nos invita a reflexionar sin hipocresías: Benedicto XVI renunció al papado al sentirse impotente ante la facción gay del Vaticano y los múltiples escándalos de pederastia con millares de demandas en el mundo entero. Las deserciones de fieles en Estados Unidos, Irlanda, España, Francia, México, Chile, Australia, epicentros de los abusos encubiertos, han sido dramáticas.

Francisco tiene toda la razón: dejémosle al Estado la reglamentación de las uniones civiles, y al clero y los creyentes el buen ejemplo, la misericordia y la fe.

GUILLERMO HINESTROSA

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