Los Verdes biches

Guillermo Hinestrosa

Con 54.871 especies registradas de animales y plantas somos el segundo país más biodiverso del mundo. Primeros en aves; segundos en plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce; terceros en reptiles y cuartos en mamíferos. Esta enorme riqueza pudiera consolidarnos como un santuario mundial del medio ambiente.
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Convertir a Colombia en un destino privilegiado para los amantes de la naturaleza. Desarrollar en nuestro variado territorio un paraíso para el ecoturismo de talla mundial, tendencia indiscutida de esta era postcovid. Pero no, preferimos ofrecernos como el potosí de los depredadores ambientales. 

El tráfico de especies salvajes es un pingüe negocio de rebusque para algunos de nuestros paisanos.  La semana anterior recuperaron cuatro serpientes cascabel, una lora frente amarilla, un perico real y una guacharaca, en Honda. Incautaron también conchas de armadillo, restos y osamentas de animales con los que pretendían elaborar falsos tratamientos curativos. Según el Ministerio de Ambiente, en 2017 fueron incautados 23.605 animales, sacados de su hábitat para ser vendidos en plazas de mercado nacionales o a traficantes del exterior. 

El 14 de febrero, un informe de Noticias Caracol reseñó que desde el 2015 se han deforestado más de un millón de hectáreas; 435 por día. Como Pedro por su casa llegan traficantes mexicanos, brasileros y europeos a depredar nuestros ecosistemas. La Amazonía, la Orinoquía, el Pacífico; las ciénagas y bosques del Caribe; los páramos y valles de los Andes, para infestarlos de cultivos ilícitos, laboratorios y minas ilegales. 

Pero no son los únicos. Según el exministro de ambiente Manuel Rodríguez, “Aproximadamente 600 mil cabezas de ganado entraron a la región del Chiribiquete desde el año 2015, donde se deforestaron más de 300 mil hectáreas en los municipios cercanos”. Recientemente el fuego consumió 800 hectáreas del Páramo de Santurbán y todo indica que pudo haber manos criminales. 

La naturaleza no tiene dolientes en Colombia. El estribillo de la izquierda, aún después de la firma de la paz con las Farc, sigue siendo: “no a la fumigación y sí a la solución pacífica del conflicto”. Jamás han encabezado una marcha o expresado una condena en contra del actuar criminal de las guerrillas del ELN que envenenan ríos, estallan oleoductos, chuzan el tubo para robar petróleo e infestan de minas antipersonales los poblados. 

La derecha tampoco sale bien librada. El Centro Democrático encontró en el gremio ganadero la vanguardia ideológica de sus militantes. La testa del cebú parece haberse convertido en símbolo de la filosofía cowboy liderada por la senadora María Fernanda Cabal. La actividad que más financia el Banco Agrario, “plante” habitual de todo parcelero reinsertado o desplazado que haya retornado, es la depredadora ganadería. 

La Alianza Verde es una amalgama de aspirantes sin bases programáticas, ajena al ambientalismo. Enrique Peñalosa infestó Bogotá de buses diesel y pretendió urbanizar la reserva Van Der Hammen. Claudia López se acaba de oponer a un proyecto de acuerdo que prohíbe la compra de plásticos de un solo uso en el Distrito. Quizá la única experiencia ecológica trascendente de estos movimientos haya sido el peregrinaje de Ingrid Betancourt, candidata del Partido Verde Oxígeno, seis años cautiva en las selvas de Colombia. No obstante estar biches, pudieran madurar y corregir el rumbo.

P/¿Con permiso de quien construyen sobre el carril sur- norte de la inacabada Avenida 19, a la altura de la Clínica Calambeo?

GUILLERMO HINESTROZA

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