Turbayistas del Siglo XXI 

Guillermo Hinestrosa

La anécdota se la escuché, hace unos años, a una tía indignada con la respuesta que un trotamundos holandés le dio a una amiga suya del Líbano (Tolima), cuando su hija lo presentó en la familia y la madre lo indagó sobre las verdaderas intenciones que tenía con la chica: 
-- Pasarla bueno, mi señora.
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Al momento de escribir esta columna el presidente Duque habrá llegado de su reciente periplo por Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo; sobrevolado en helicóptero el parque del Chiribiquete con Jeff Bezzos e ido y regresado de dos viajes a los Estados Unidos: el primero el 6 de marzo a Houston, para participar en la conferencia anual sobre energía (CeraWeek) y el segundo a Washington, el 10, donde se reunirá, por fin, con Joe Biden, de presidente a presidente. 

37 viajes a 24 países en 40 meses, ¡y los que faltan! Nuestro joven mandatario ha podido asomarse a las ventanas de los hoteles Ritz, Trump, Waldorf Astoria o el siete estrellas Burj Al Arab (cortesía de los nuevos accionistas de SURA), a observar el valet de lacayos y limosinas que lo conducirán a las cumbres, homenajes y banquetes ofrecidos en palacios, sedes diplomáticas y restaurantes de dos o más estrellas Michelin. 

De seguro se mira al espejo y sonríe con la suerte que le deparó el destino. No ha sido egoísta, la ha compartido con algunos de sus más cercanos condiscípulos de la universidad Sergio Arboleda, testigos de excepción de los viajes, lujos, homenajes; centenares de fabulosas anécdotas financiadas por el erario colombiano. “No era el mejor de su promoción, pero en este país a todo hijo de exministro siempre le guardan”, dijo un envidioso ajeno a la rosca. Pero como no hay plazo que no se cumpla, el “duquismo” ha tomado medidas para retener una gran tajada de poder, gane quien gane las elecciones. El contralor Pipe Córdoba, la procuradora Margarita Cabello, el registrador Alexander Vega, el defensor del Pueblo Carlos Camargo, el fiscal Francisco Barbosa, encarnan lo que algunos comienzan a denominar “el turbayismo del Siglo XXI”.

Una nueva corriente política que en plena pandemia expandió plantas de personal y presupuestos, para ordeñar el Estado a más no poder. Una pléyade burocrática de grandes ligas, que alineará los astros penales, fiscales, electorales, disciplinarios y, obviamente, monetarios a unas nuevas “justas proporciones” en materia de derroche, impunidad y corrupción.   

Según la Constitución, al nuevo Contralor lo elegirá el próximo Congreso, pero ya los duquistas “amarraron los perros”, preseleccionando los candidatos elegibles. Se destacan varios subalternos de Pipe Córdoba y Luis Alberto Rodríguez, hombre leal al tristemente célebre Alberto Carrasquilla, a quien dan por electo gerente del Banco de la República una vez concluya el periodo Leonardo Villar, dado que Duque nombró a los cinco codirectores.

Volviendo a la historia del mochilero holandés, les cuento que la señora libanense vació la olleta del café e iracunda la emprendió contra el europeo, que apoltronado en la hamaca del padre de la chica disfrutaba del paisaje en la modesta pero honrada parcela campesina. La cándida universitaria no pudo retener a su desconcertado pretendiente, que huía montaña abajo.  

Ojalá que en las elecciones del próximo domingo una Colombia digna haga lo mismo con esa recua de sinvergüenzas, que solo piensan en “pasarla bueno”.

Guillermo Hinestrosa.

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