Y de las Cámaras de Comercio ¿qué?

Guillermo Pérez Flórez

A comienzos de año el presidente Petro abrió un debate sobre las Cámaras de Comercio y la ‘economía popular’, otra forma de denominar la economía informal, que genera el ochenta (80 %) de la ocupación en el país, y anunció que sus representantes en las juntas directivas iban a ser tenderos y tenderas. No sé qué proyecto de reforma tiene el Gobierno, lo cierto es que es necesaria.
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Las cámaras se manejan como entidades privadas, pero en realidad viven de dinero público. Miremos la de Ibagué. Sus ingresos del año pasado fueron de $9.587.662.190. Por el registro mercantil recibió $8.368.158.680 (el 87,28 %). Sin esa ‘renta’ la CCI tendría que cerrar. Las otras fuentes, registro único de proponentes (RUP) y de las entidades sin ánimo de lucro (ESAL), percibió $1.152.081.190 (12,02 %). La CCI no produce ingresos adicionales. ¿Falta de gestión? ¿O el tamaño de la economía local? Habrá que ver. El registro mercantil es una carga que pesa sobre las empresas, en especial las minis. No entiendo por qué hay que renovarlo cada año. En Inglaterra, España y en toda la Unión Europea, existe lo que llaman el ‘Business Register’, en donde anualmente las empresas tienen que presentar sus cuentas, pero no renovar la matrícula. Otra perla, para ser miembro de la Junta Directiva de las cámaras (por elección, no por designación del Presidente de la República, que es una traza de cesarismo, pues éste designa la tercera parte de sus miembros) se requiere ser afiliado y pagar otra cuota. Una aberración política. Si todos los empresarios sostienen las cámaras, todos deberían poder participar en la elección de la Junta y no solo los afiliados. Eso sería lo democrático.

Con Ernesto Rojas Morales, exdirector del Dane, durante la pandemia trabajamos la propuesta de establecer el Registro Municipal de Micronegocios (gratuito), para que la informalidad se inscribiera allí, y tener así una data real para formular una política pública de formalización, promoción empresarial y empleo. Aquí navegamos con los ojos cerrados. De la informalidad sabemos poco, casi nada. La iniciativa se la presentamos al alcalde de Ibagué en una videoconferencia, quien amablemente saludó y se desconectó. Este servicio podría prestarlo la CCI, pagado por el municipio. La economía local está marchitando, el mercado está encogiéndose, de allí el desempleo, y cada día más personas migran a la informalidad, pues creen que ‘ser formal no paga’. Es importante que la CCI haga llave con el Sena y con las universidades para poner en marcha un plan de formación, necesitamos empresas pujantes y competitivas. Ibagué ha descendido en competitividad, ¿cuál es la razón?

Una de las principales ventajas de Ibagué es su cercanía a Bogotá. Necesitamos un centro de congresos. Llevamos 25 años hablando de eso, y nada. Yopal lo hizo hace diez, y de ¡qué manera! (más de 7 mil metros cuadrados). ¿Sería por las regalías? No lo sé. Lo que sí sé es que tenerlo le daría un impulso muy grande a Ibagué. El líder natural de este proyecto es la CCI. No sé qué ha pasado. La capital tolimense tiene dos conservatorios, dos jardines botánicos, un orquidiario, un mariposario, cuatro museos, buena gastronomía, parques, y cuatro o cinco miradores, todo esto permitiría proyectarla como ciudad de congresos.  Oferta sí hay, pero desarticulada. ¿Se necesita reformar las cámaras? Sin duda. Hay que reinventarlas, para que sean instrumentos de desarrollo. Que se abra el debate, que no es personal sino institucional.

 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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