Recuerdos de juventud

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Nuestra tertulia se iniciaba con tinto y chisme como todas las veces. Cuando se pasaron a aguardiente hubo un brindis por un político y todos lo mandamos al carajo. Ni política ni religión, que se jode la reunión, era la consigna.
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Y a propósito, me preguntó uno de los amigos. ¿A usted por qué fue que lo sacaron del Catecismo y de la Iglesia de Santa Chava, si aspiraba a ser monaguillo? Todo fue por Mercedes la sobrina  del párroco, respondí. Una mujer bien bonita y bien dotadita. En el Catecismo nos enseñaron que orar era levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes y más tarde cuando me preguntaron la lección respondí: Orar es levantar el corazón y pedírselo a Mercedes. Hasta ahí llegué.

Acuérdense, dijo otro, del acólito que regresó al pueblo y la novia ya le había puesto las botas y se fue a beber a la tienda García, haciendo sonar la canción “Cuando llora el corazón es porque lo han traicionado” y cuando pidió cambio de disco, salió Caremula  de un reservado, pidiendo que le dejaran escuchar de nuevo el mismo disco. Vio al acólito y le dijo: Y usted por qué bebe. ¡Por Tusa!, pero no será tan grande como la mía, replicó el otro, que me casaba hoy a las 6 de la tarde y la doña me mando pa’ la mierda al mediodía y me dejó bien equipado.

No cuente más, pidamos aguardiente y que García  nos traiga dos muchachas. Ya eran cuatro paisas bebiendo aguardiente. Y en una borrachera de cuatro pisos, se fueron a estrenar el apartamento de la boda hasta las 9 de la mañana que se fueron a comer fritanga a donde Doña Lola.

Si ven que es mejor hablar mierda  que joder con politiqueros y predicadores religiosos que hacen lo mismo que estamos haciendo. No hay nada mejor que una reunión de amigos, para recordar lo bueno de la juventud.

¿Se acuerdan lo que nos pasó con la abuela  que invitaron a una de las reuniones  que hacíamos los estudiantes en vacaciones? Las muchachas ponían la música y preparaban el sancocho y nosotros poníamos las gallinas, que lógicamente eran robadas. Y la abuela que era buena conversadora, logró que uno le contara que las gallinas las habían robado en la finca de “angûrria”.

Ella nos reunió a varios y nos dijo: las gallina que se robaron donde “angûrria” son mías y valen tanto y me las pagan. Nos vimos a gatas para reunir la plata. Menos mal que el juez y el alcalde la completaron.

Hoy en día disfruto los recuerdos y algunos me producen tristeza. Mejor me voy porque voy a terminar  más triste que el borracho que quería que le explicaran por qué el tango “Cambalache”, será el próximo himno nacional.

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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