La esquiva paz

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Estamos cansados de oír que este país nunca ha tenido paz, lo cual es cierto, pero por eso no podemos renunciar a seguir trabajando para por fin alcanzar ese anhelo.
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Aquí han florecido toda clase de grupos violentos. Hay para exportar, como lo vimos en Haití y recientemente en Ecuador. Van  desde los que  nacieron el siglo pasado y tienen o tuvieron ideales políticos de transformar las cosas por medio de las armas, hasta los ligados al narcotráfico, la minería ilegal, los ejércitos privados las oficinas de sicarios, los despojadores de tierras etc , etc.

Centrándonos en lo que ha ocurrido en los últimos años, se observa, como lo sostienen  los analistas políticos, que a raíz de la desmovilización de las Farc, muchos elementos se reciclaron y la violencia continúa. Es cierto que durante las negociaciones del acuerdo de La Habana, los índices de homicidios y secuestros se redujeron, pero a partir de 2021 comenzaron a crecer y se ha llegado a un punto en el que, la verdad sea dicha, el Estado no ha podido contener  la nueva violencia de las disidencias de las Farc, el E.L.N. el Clan del Golfo y demás grupos armados.

Todo lo contrario, estos grupos se han expandido y compiten cada día más por el control de las economías ilegales, doblegando especialmente a poblaciones y comunidades rurales campesinas e indígenas.

Qué pasa? Nos preguntamos cada día y la verdad éste es un problema de profundas raíces, que no creó este gobierno y que lleva a considerar como lo hace  Gustavo Duncan, en su libro “Para donde va Colombia”, que hay dos factores centrales del conflicto armado que se mantienen vigentes, representados en la oportunidad que tiene los jóvenes, en sociedades periféricas y marginales de acceder al poder a través de la criminalidad. Estos jóvenes excluidos de oportunidades de estudio, de trabajo, de acceso a la tecnología, se encuentran con la opción de ingresar a una organización criminal, que les da la posibilidad de ejercer poder sobre una parte de la población, a través del uso masivo de la     extorsión sobre la comunidad. Este dice es el legado de casi cuatro décadas de conflicto por el control territorial. Recordemos como ahora en muchos municipios hay vallas que hacen propaganda al grupo armado ilegal de domina la región, hay reglamentos sociales que imponen normas de comportamiento y lógicamente se cobran extorsiones bajo el nombre de impuestos.

El segundo factor está representado por el papel que cumple el narcotráfico en el proceso de inclusión, en los mercados de sociedades periféricas. Sobre este particular señala el autor que citamos que: “Lo que sostuvo  el conflicto desde inicios de los ochenta, no fue solo que el narcotráfico les inyectara  recursos a las organizaciones armadas… Hubo transformaciones políticas  muy profundas que corrieron debajo de las grandes justificaciones ideológicas de guerrillas y paramilitares para hacer la guerra”.(p 223)

El desafío entonces es enorme, no se trata solo de firmar un acuerdo y entregar unos fierros. Se trata  de recuperar los territorios, pero no solo desde el punto de vista militar, sino social, político y cultural. Amanecerá y veremos.

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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