Un colombiano en Miami

Hermógenes Nagles

Me llaman de Colombia amigos y familiares para preguntarme alarmados si es cierto que en adelante no se puede realizar trámite de visa americana teniendo en cuenta el anuncio de suspensión de sesenta días de los servicios de inmigración, decretado por el presidente Trump.
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Ciertamente una medianoche de esta misma semana, supe que el poderoso Trump, entre despierto y entre dormido rezongo con coraje que no iba a permitir que en este difícil tiempo del coronavirus, viajeros de otras partes del mundo volvieran a los Estados y mucho menos a pedir una visa de residencia.

“No lo crean tan al pie de la letra”- les respondí y pasé enseguida a tratar de contar, en detalle, lo inexplicable de esa declaración de Trump. Si no me entienden, perdónenme que los deje más confundidos que antes, pero es que en Washington y en Miami sucede lo mismo que en el resto del mundo. A este Sr. Trump no lo entiende nadie pues ni Melania, ni ningún jefe de gabinete, vocero de prensa, ni amigo personal le entienda lo que se propone decir. Su séquito de funcionarios ya sabe que si dijo mu, la cosa es ma. Por ese enrevesado e increíble modo de ser del sabio Trump, periodistas y gente del común estamos acostumbrados a que una cosa afirma hoy y otra muy distinta, mañana. La mayoría de las veces da reversa, se contradice, niega o se retracta con pasmosidad increíble y termina haciendo exactamente lo contrario de lo que acaba de ordenar.

En el caso de la suspensión de las visas americanas lo que sus asesores le sugerían era que frenara, de un solo timonazo, el ingreso de extranjeros a suelo americano, pero en el Decreto presidencial se escribió otra cosa, no se restringió nada. Por el contrario, los trámites de Visas de turismo, de negocios, de inversionistas, de trabajo, de estudio, de petición de familiares, seguirán igual, tal como se venía haciendo. En la siguiente alocución emitida por la cadena Fox, nadie sabe si con unos whiskies de más en la cabeza, Trump salió a decir la burrada que la mejor prevención que podían hacer los gringos y residentes legales o ilegales que tuvieran pánico de Coronavirus y no quisieran enfermarse era tomarse ya, en el acto, unas cuantas pócimas de desinfectantes y de cloro. “Cuidado, no lo vayan a hacer porque corren grave peligro de muerto”, gritó el doctor Stephen Hann, director de la FDA, el mismo Invima de Colombia, entidad que regula la licencia y el uso de los medicamentos en los Estados Unidos.

De las bestialidades atroces de Trump puede dar fe el presidente de Colombia, el doctor Iván Duque Márquez. Recién posesionado viajó a Washington con bellos regalos y artesanías para entregar en su reunión de la Casa Blanca. Trump, lo abrazó repetidas veces, se hizo tomar fotos y atendió en forma conjunta con Duque una nutrida rueda de prensa donde empeñó su palabra para derrocar al dictador Maduro. No acababa desempacar maletas el ingenuo presidente Duque cuando Trump salió a decir desde Washington que ese muchacho era un inepto lleno de buenas intenciones, pero que en su gobierno no se había erradicado ni una sola hectárea de cultivos ilícitos. Palabras más, palabras menos Trump descalificaba a Duque, estrategia acordada para quitarle peso y figuración internacional con el exclusivo fin de cerrarle el paso a su noble campaña de sacar a Maduro del poder.

A comienzos del mes de abril, en plena semana santa, en otra noche alocada, Trump dijo que en cosa de horas desplegaría la más grande fuerza naval, con portaviones y escuadrones de guerra rumbo hacia el mar caribe. “Caramba, por fin Trump va por Maduro. Qué valiente”, dijimos algunos colombianos, pero todo fue mera palabrería y nunca pasó nada. El viernes de esta semana Trump apareció de nuevo en la primera página de El Tiempo anunciándole a Duque que ayudará a Colombia con miles de dólares para que pueda sortear con éxito la crisis del Coronavirus. Esta vez no le creo un céntimo a Trump y pienso que el presidente Duque tampoco.

HERMÓGENES NAGLES

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