Jóvenes y redes sociales

Hugo Rincón González

Este domingo sucedió algo bastante llamativo en las redes sociales, específicamente en Twitter. La periodista y columnista Vicky Dávila se dejó venir con su opinión que tituló: La banda del pajarito. Allí utiliza una serie de adjetivos para descalificar al supuesto colectivo que, en esta red social, actúan según ella como sicarios, atizando el odio y la virulencia.
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En su columna que es una verdadera diatriba les dice de todo. Que es una banda organizada, con roles y organigrama, dónde hay caciques y peones, lo mismo que autores intelectuales y materiales. Los acusa de comprar en el mercado negro visualizaciones, likes y tendencias. Se queja que por esta acción se roban las discusiones que ella y la prensa promueven los domingos y todos los días.

Los señala de barbones y atracadores que no se bañan. Afirma que son resentidos sociales, que son oportunistas y disfrutan de muchos privilegios. Los asimila con los maras de El Salvador y que además están tatuados. Mejor dicho, a Hassan Nassar cuando lo defenestró le fue mejor que a estos tuiteros que conforman según ella la banda del pajarito.

Después de esta columna que apareció en Semana se desató la reacción de muchos opinadores en Twitter red en la que le respondieron cada uno de los señalamientos. Toda acción tiene una reacción y Vicky Dávila no podría pensar que su diatriba se quedaría sin respuesta por parte de muchos que se sintieron aludidos.

Dentro de las más destacadas respuestas hay varias que son una carga de artillería pesada. Le manifiestan que ella hace parte del establecimiento y por esta razón, no está interesada en cuestionar o poner en tela de juicio los poderes que manejan este país. Le dicen que se beneficia de manera directa de esos intereses y como tal es parte de ese poder. Le recuerdan que cuando estaba en RCN estuvo al servicio de un gobierno que promovió el paramilitarismo y los falsos positivos y nunca cuestionó ni investigó estos fenómenos.

Por todos los adjetivos que pronunció en su columna le responden que es clasista, racista e insensible. Además, cuestionan la clase de periodismo que practica, señalan que sus columnas son pueriles, sin fondo ni argumentos. Le restriegan que estos opinadores que ella llama como miembros de la banda del pajarito, muchas veces no tienen micrófono, ni portal, ni millones de pesos, ni seguidores, sólo ética que es lo que según ellos le falta a Vicky Dávila.

Este episodio de pugilato virtual va a seguir estando presente en el país y en el mundo. Más allá de las adjetivaciones de unos y otros es evidente que las redes sociales han transformado la comunicación en todas partes. Ya no son los grandes medios de comunicación masiva en manos de poderosos grupos económicos los que imponen la agenda, ni mucho menos los temas de discusión. La gente ya se dio cuenta que las cadenas radiales y la prensa dejaron de informar para pasar a editorializar y defender sin palidecer los intereses de unos sectores privilegiados.

Los grandes columnistas ya no orientan ni direccionan lo que piensa la gente. Que la señora Vicky Dávila opine lo que quiera de cualquier tema, ya no es importante para las grandes mayorías que ni la escuchan, la leen o la ven. Las personas cada vez se informan menos por los noticieros de televisión y la prensa. Ahora la gente va a Twitter y en pocos minutos se entera de los temas más relevantes y de las tendencias que agitan la coyuntura nacional y mundial.

Hay una realidad perfectamente distinta en la actualidad, nos guste o no: estamos en el ocaso de los medios masivos y los opinadores adscritos a la defensa de los intereses de una minoría que goza de todos los privilegios. Hoy las redes movidas fundamentalmente por jóvenes irrumpen cambiando el paisaje. Hay una juventud que crea contenidos, problematiza y sobre todo quiere cambios. Nada más con estos se tropezó de frente la periodista Vicky Dávila. Fueron más de 25 mil trinos en menos de un día refiriendo el tema y señalándola como defensora del establecimiento. ¿Así o más claro?

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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