Sigue el paro

Hugo Rincón González

Desde el pasado 28 de abril, el paro nacional viene generando un gigantesco carrusel de noticias las 24 horas del día. Siendo tan aterrador el nivel que viene alcanzando la pandemia con sus contagios, el fallecimiento de cientos de personas cada día y las pírricas cifras de vacunación, nadie quiere detenerse en esta información; la agenda de las redes y los medios masivos sigue pegada de lo que sucede alrededor de este estallido social.
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Desde el amanecer hasta el anochecer se revisan los acontecimientos: dónde ocurrió el último desmán de la policía, cuantos heridos dejó la confrontación y cuál va a ser la programación de la siguiente jornada de protesta. Las movilizaciones se mantienen después de veinte días dejando claro que este paro es de lejos el más prolongado de toda la historia de Colombia. Las manifestaciones de inconformidad no solamente se han presentado en las grandes ciudades, sino también en municipios medianos y pequeños. La represión policial ha sido brutal y las cifras de muertos, heridos y desaparecidos es horrorosa. Las reivindicaciones expresadas por los plurales actores del paro son igualmente heterogéneas. La reforma tributaria quedó en el pasado, ahora la lucha es contra la reforma a la salud y una cantidad importante de reformas sociales que con él se reclaman.

En este maremagnum, la gran prensa ha sido desenmascarada. Se cayó su careta cómplice con los atropellos que se vienen presentando en las movilizaciones y quedan claro los intereses que defienden. Un caso ejemplar es la Revista Semana: en las redes mostraban en paralelo dos portadas con los titulares de este medio, alrededor de las luchas sociales en Venezuela y en Colombia. En una hablaban de explosión social, refiriendo la valentía de las marchas que enfrentaban al régimen de Maduro, mientras que la otra se refiere a Colombia bajo amenaza y muestra los destrozos de actos vandálicos, haciendo énfasis en el terrorismo urbano. Desinforman, editorializan, desdibujan la realidad y demonizan la protesta pacífica.

En este paro, que ha sido un terremoto social, los artistas e influencers también han quedado al desnudo. Artistas como Juanes, Yatra, Carlos Vives, Fonseca y otros que corrieron a sumar sus voces en el “concierto en la frontera que debía iniciar el camino a la liberación de Venezuela”, han sido mudos en sus manifestaciones de apoyo a la lucha social en Colombia y ninguno ha condenado las flagrantes violaciones a los derechos humanos que se han presentado. Su empatía no les alcanza para defender a los jóvenes colombianos que se manifiestan en nuestro país. La mudez es cómplice en momentos como estos. 

Paradójicamente, los congresistas del Tolima interrogados el pasado domingo por el Nuevo Día reconocen la existencia de un descontento social y la legitimidad de la protesta pacífica. Alguno de ellos manifestó que: “son tantos los problemas acumulados y este gobierno los disparó, con el agravante de que quería meterle la mano al bolsillo del pueblo colombiano, mientras que los grandes sectores como el financiero y energético gozan de generosos beneficios”.

Todos abogan por el diálogo y la negociación para salir de la encrucijada. En voz baja, algunos de ellos manifiestan que el gobierno de Duque ya terminó, y ninguna iniciativa pasará en lo que resta de su periodo. Sigue el paro y la ciudadanía espera si la fórmula seguirá siendo la de la “asistencia militar”, buscando ahogar la protesta social con el uso de la fuerza policial o si por el contrario el gobierno del presidente Duque se desmarcará de los halcones de su partido y su jefe, y negociará en serio las reformas sociales largamente aplazadas en el país. 

El paro no se debilita, al contrario, se anuncian nuevas movilizaciones e ingreso de otros sectores sociales. A Ibagué y Medellín llegan las mingas indígenas de sus departamentos y el pulso se mantendrá hasta que no hayan acuerdos fundamentales. Eso esperamos, un acuerdo que nos engrandezca como sociedad, permitiéndonos un avance en equidad, justicia y solidaridad. 

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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