Sin historias no hay cámara

Hugo Rincón González

El mundo es un pañuelo es un dicho popular que se repite bastante entre la gente. Hace 25 años no lo veía, desde cuando ambos pudimos hacer parte de una delegación de 18 ambientalistas colombianos que asistíamos a un taller en Berlín-Alemania sobre gestión ambiental urbana. En ese entonces ambos éramos entusiastas promotores de una propuesta de gestión ambiental participativa desde el Ecofondo, que derivó en la iniciativa del referendo del agua como bien público y derecho humano fundamental.
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En esa época Alirio González era un flaco desgarbado y aventurero. Hablaba de su Caquetá del alma con esa pasión de la gente que ama su tierra. Se percibía entonces que nuestro compromiso por lo social y ambiental era una apuesta de largo plazo. La semana anterior en un evento propiciado por la Cepal en la ciudad de Bogotá sobre Tejidos Territoriales nos volvimos a encontrar. De ese joven enjuto e hiperactivo queda poco. Hoy es un hombre serio, afable, cordial y reflexivo. La vida lo ha mantenido en su tierra y lidera en Belén de los Andaquíes la Escuela Audiovisual Infantil, una iniciativa hermosa que tuvo la oportunidad de compartir en uno de varios páneles realizados en el evento referido.

Me saludó afectuosamente como si no hubieran transcurrido 25 años de no vernos, me contó su historia alrededor de esta iniciativa que ha logrado importantes reconocimientos. La Escuela Audiovisual se empezó a gestar desde 1994 con una radio comunitaria en medio del fragor de la guerra que azotaba el departamento del Caquetá. Rescataron los sonidos de la tierra. Ponían micrófonos en los establos, en la calle del pueblo, buscando que los sonidos se mezclaran con la gente para estimularlas a participar, se buscaban personas que “echaran carreta” y construir una propuesta donde la gente fuera protagonista.

En 2005 luego de un periodo fuerte de confrontación entre guerrilla y paramilitares dan el salto a una Escuela Audiovisual. Aún en medio de estas dificultades la iniciativa partió de la premisa de que se puede hacer cine desde el territorio con las comunidades siempre que hayan historias, existiendo estas hay maneras creativas de hacerlo. Otro elemento fundamental es la alegría, reivindicando la risa en el hacer con los niños y las niñas; reivindicar las estéticas locales como factor de creación de paz, y, pocos discursos, siempre historias sentidas contadas en imágenes.

Enfatizan en la escuela la importancia del territorio por ser la puerta de entrada de la Amazonía y su inmensa riqueza hídrica. Han sabido posicionar lo que hacen a través de las redes sociales. Tienen canal de YouTube, blogspot donde presentan sus líneas temáticas y su trabajo. 

Han pasado por la escuela decenas de niños, muchos de los cuales son adultos expertos en comunicaciones que han salido a estudiar fuera de su región y regresan a seguir trabajando por su territorio. Esta iniciativa pensó siempre en su sostenibilidad financiera. Venden servicios para producir videos institucionales, ejecutan proyectos y dice Alirio que en el pueblo funcionan como la BBC, pues atienden bodas, bautizos y comuniones haciendo videos y fotografías.

La escuela funciona como una familia, se recocha, se hace cine y mientras se filma, los niños y jóvenes se pelean por el manejo de la cámara, sin afectar el sentido de la unión que tienen. Este sueño promovido por Alirio González en 2013 ganó el premio India Catalina a mejor producción comunitaria y en 2016, obtuvo un reconocimiento del Ministerio de Cultura por su labor de construir narrativas que contribuyen a imaginar un país mejor.

Esta experiencia contada en la voz de su promotor fue emocionante, especialmente por su legítimo compromiso en el aporte a la construcción de una Colombia en paz. Alirio finalizó nuestra charla con un abrazo afectuoso, luego, mientras se alejaba caminando se volteó a repetirme su lema: “recuerda: sin historias no hay cámara”.

Hugo Rincón González.

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