Violencia, maldita violencia

Hugo Rincón González

Hace varios meses en una entrevista a un destacado periodista de una cadena radial le preguntaron acerca de cómo veía la contienda electoral que se avecinaba. Su respuesta fue que le preocupaba el posible surgimiento de un ambiente de violencia que pudiera degradar la lucha electoral. Este gris augurio está empezándose a cumplir al pie de la letra. Hay mucha crispación y pugnacidad en esta coyuntura; hay descalificaciones al por mayor y al detal. La ciudadanía más que propuestas lo que lee y ve son ataques públicos y soterrados entre los candidatos y especialmente contra el que puntea las encuestas.
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La violencia empieza desde el lenguaje, se percibe especialmente en las redes sociales. Las campañas de difamación no se paran en mientes. Se utilizan los peores adjetivos para agredir, afectar el buen nombre, calumniar, estigmatizar, señalar, destrozar y aniquilar al oponente. Las mentiras repetidas recurrentemente construyen narrativas que van haciendo efecto en las mentes de los ciudadanos que las escuchan. Estamos reproduciendo el hecho acontecido en la campaña por el plebiscito de octubre de 2016, en dónde se buscó generar un miedo colectivo con las peores falacias: que el castrochavismo; el rayo homosexualizador; el comunismo; la entrega del país supuestamente a las Farc, entre otros.

La estigmatización es de tal envergadura que incluso un gremio importante como el magisterio fue excluido de ser jurado de votación por el señalamiento irresponsable del partido de gobierno en cabeza de un expresidente en su acción de pirómano. Según este movimiento político, los maestros no brindan suficientes garantías por la politización del gremio en contra de los políticos de derecha. Esta solicitud fue acogida por el registrador y ya es historia lo que ocurrió en las elecciones parlamentarias y consultas para escoger candidatos presidenciales del pasado 13 de marzo.

Este ambiente pugnaz es el caldo de cultivo de hechos de violencia de todo tipo. La candidata a la vicepresidencia Francia Márquez viene denunciando amenazas contra su vida y la de su familia y pide garantías al gobierno para el desarrollo de su campaña electoral. Nuevamente un expresidente señala a un docente de Chinú-Córdoba con nombre propio y lo acusa de adoctrinar, crear odio y agitar la campaña del que encabeza las preferencias electorales en el país. Un señalamiento de esta naturaleza, en un trino de este dirigente político pone en riesgo la vida de este maestro y lo deja en la mira de los violentos. Esta historia se ha repetido muchas veces en nuestro país, primero se estigmatiza y luego aparece el hecho violento.

La cereza en el postre de esta violencia que crece en espiral fue el atentado en el CAI en el sur de Bogotá. Un hecho demencial que ha cobrado la vida de dos niños y más de 35 heridos. Empiezan las investigaciones para esclarecer los causantes de semejante acto de terrorismo urbano. Algunos se anticipan a señalar a las disidencias de las Farc, mientras crecen muchas más hipótesis sobre otros posibles autores. Las preguntas inquietantes por formular son: ¿A quiénes benefician estos hechos violentos? ¿Quiénes ganan creando zozobra y miedo en la ciudadanía? ¿Cuál puede ser el pedido de la ciudadanía ante la inseguridad, el caos y la muerte?

En este contexto es plenamente vigente la letra de una cumbia famosa y triste cantada por Gabriel Romero: Violencia, maldita violencia ¿por qué te empeñas en teñir de sangre la tierra de Dios? ¿por qué no dejas que en campo nazca nueva floración? Violencia, ¿por qué no permites que reine la paz, que reine el amor, que puedan dormir en sus cunas los niños sonriendo de amor. Violencia ¿por qué no permites que reine la paz? No más guerra, no más violencia.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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