Tempestades

Hugo Rincón González

No son días sencillos para el país en el tema de paz. Hay elementos que surgen y sacuden el tablero, vientos huracanados que amenazan con convertirse en tormentas. Asoman verdades que han querido ser ocultadas. Hay maniobras encaminadas a desmentir la verdad que amaga con emerger y salpicar a quienes antes manejaron el poder y tuvieron el sartén por el mango.
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Los que antes fueron útiles aliados hoy son señalados de bandidos sin ninguna validez en sus confesiones. Los diálogos con la insurgencia del Eln se complican y algunos sectores se solazan con esas dificultades de la mesa de diálogo. Son tiempos complejos los que se viven, veamos con más detalle.

La comparecencia de Salvatore Mancuso ante la JEP ha tenido un impacto estridente en la sociedad colombiana. Esta se enmarca en el proceso de verdad, justicia, reparación y no repetición establecida en el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc. Según informan varios portales, “…el patrón criminal por el que Salvatore Mancuso rinde versión está relacionado con el apoyo a la conformación y expansión de grupos paramilitares en Colombia. Este patrón está conformado por cuatro prácticas criminales, las cuales permitieron la configuración de un aparato organizado de poder que facilitó la expansión y consolidación del control territorial de los paramilitares”.

Según un artículo de la Fundación Pares, “la primera de estas prácticas fue el uso de las Convivir como fachada del accionar paramilitar. La segunda fue la realización de operaciones conjuntas entre paramilitares y fuerza pública, lo que generó zozobra en las comunidades y sembró desconfianza en los miembros del Ejército y la Policía. La tercera práctica tuvo que ver con que Mancuso lideraba una estrategia de consolidación política y social en Córdoba, la cual se tradujo en nexos con funcionarios públicos y civiles que poseían un capital político en la región. Y, la cuarta práctica fue la filtración de información del DAS con fines contrainsurgentes”.

Quién dijo miedo con el señalamiento preciso, directo de delitos y vejámenes con acusaciones a políticos, empresarios, militares, periodistas y un largo etcétera. Destaca el poderío paramilitar en una época que aún no se supera. Para algunos estas declaraciones que estaban en mora son valiosas para la memoria de la sociedad colombiana y para que haya justicia. Al momento de escribir esta columna falta un día más de esta comparecencia. Qué pasará después de estas confesiones está por verse, esperemos que sea lo mejor para la verdad y no repetición de estos hechos atroces.

El otro asunto que concita el interés por su relevancia para la paz es la negociación que se viene adelantando con el Eln. El día lunes, este grupo insurgente se levantó de la mesa y la declaró en pausa según ellos por las declaraciones del presidente Petro en una reunión con los generales, en las que señaló que este actor del conflicto no es político sino que es como el Clan del Golfo. Según Pablo Beltrán, del equipo negociador de esta guerrilla, con esta afirmación la negociación se va al traste.

Aquí el pulso es complejo en la medida en que el Eln exige un status político y no acepta las posturas políticas que quieran negarlo. No aceptan los señalamientos como narcotraficantes y menos que los tilden de cartel. Reclaman cambios en la sociedad y no simplemente un remozamiento del régimen. Reivindican la necesidad de avanzar en una verdadera democratización del país y esperan el pronunciamiento del gobierno para determinar si continúan en la negociación o no.

La paz sigue siendo un propósito válido y necesario a pesar de que estas tempestades generen embates brutales que pretenden acabarla. La reconciliación y el perdón entre los colombianos debe ser el horizonte por el que todos nos unamos.

Hugo Rincón González

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