¿Principio del fin?

Hugo Rincón González

El despliegue mediático de la gran prensa fue discreto. Los partidos políticos de oposición estuvieron silenciosos. La captura y ulterior reclusión de Arturo Char en La Picota no tuvo la bulla de otros sucesos, pues se trata de un consentido, representante de uno de los clanes más poderosos de Colombia.
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Ni punto de comparación tuvo el cubrimiento de este hecho delictivo por compra de votos que el generado en la captura del hijo del presidente Petro. Claro, a la gente divinamente hay que tratarla con guantes de seda, no vaya a ser que se molesten.

Lo cierto es que si la Corte Suprema de Justicia ordenó su captura, debe tener suficientes pruebas y no solamente las declaraciones de Aida Merlano. Según este alto tribunal, “… Para conseguir la propia reelección de Arturo Char en el Senado, se habrían ejecutado delitos contra los mecanismos de participación democrática a través de la compra de votos”. El mecanismo tiene unos niveles de sofisticación que incluso políticos de varias regiones, incluida la nuestra, hacen pasantías para “aprender” de los más aventajados.

Aquí surge una intrigante inquietud: ¿Será este el principio del fin del clan Char? ¿Podría afectar esta captura la elección de su hermano Alex a la alcaldía de Barranquilla? ¿Está la justicia decidida a demostrar que nadie está por encima de la ley, así sea un miembro de un clan tan poderoso como este? ¿Si se tenían las pruebas desde hace tanto tiempo por qué no se actuó oportunamente para evitar que la compra de votos permitiera la elección de este personaje?

Supongamos que la justicia actúe con autonomía e independientemente del poderío del clan, se lo condene y se enrede la alcaldía de Alex Char. ¿Esto podría significar que otros clanes políticos tienen sus barbas en remojo? ¿Es posible un efecto dominó con los clanes de otras regiones? Algún vehemente opinador ha manifestado que esto es posible y probable, sin embargo eso está por verse.

Es sabido que la compra de votos es una práctica inveterada. Se dice en voz baja, que con excepción de los políticos que son elegidos por el voto de opinión, todos los demás compran votos. Claramente la mayoría de congresistas acude a estas prácticas. Los senadores por ejemplo hacen sumas y restas de cuántos votos les pone su región y cuántos deben conseguir por fuera de ella. Calculan, hacen sus presupuestos y salen al mercado a buscar a los que pueden garantizar que su “inversión” se traducirá en votos reales para su elección.

Es compleja una competencia democrática con esas prácticas. Algunos políticos de menor nivel refieren que al Congreso de la República cada vez llegan los megaricos, aquellos capaces de gastarse unas cifras astronómicas para garantizar su elección;  al tener este músculo que los patrocina, no ven con buenos ojos la financiación estatal para garantizar una horizontalidad en las posibilidades de salir elegidos.

El caso de Arturo Char, en esta coyuntura electoral regional, debería generar un debate serio alrededor de la importancia del voto responsable y honesto, del voto programático, del poder del elector en la escogencia de sus representantes, de entender que sufragamos por unas propuestas y no por las caras de los políticos que dicen encarnarlas. Si la ciudadanía entiende su papel protagónico y no se vende, resurgirá la esperanza. Podrán haber clanes en las regiones pero si cada ciudadano es consciente del poder del voto limpio, estaremos caminando en la senda de la derrota definitiva del clientelismo, la compra de conciencias y la politiquería.

 

Coinspirando

Hugo Rincón González

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