Empresas familiares

Indalecio Dangond

Esta semana fui invitado a participar como panelista en el primer congreso Agro-Maíz, que se realiza en Colombia. Fue un evento que integró a los más importantes gurúes en biotecnologías agrícola de Latinoamérica, con los principales agricultores del país y las multinacionales de semillas, fertilizantes y protección de cultivos. Fueron cuatro días de transferencia de conocimientos en agricultura de alta productividad.
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Lo curioso y admirable de este importantísimo evento, es que no fue organizado por la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) ni por el Ministerio de Agricultura, sino por una empresa familiar fundada hace 35 años, por Francisco Lopreto, en Cartago, Valle del Cauca. Los importantes logros alcanzados en el sector agropecuario colombiano, se deben a las empresas familiares visionarias y a estímulos gubernamentales “de arranque” y no a los clásicos y permanentes instrumentos de dependencia del Estado. Ahí están los ejemplos, de los grupos empresariales Oleoflores y Daabon en palma de aceite; ORF y Diana, en arroz; Manuelita y Rio Paila, en caña de azúcar; Cosagro y Agroinsumos, en maíz; Grupo Santa María y Banafrut, en banano de exportación; Álvaro Escobar y agropecuaria alfa, en ganadería, entre muchas más empresas familiares de otros subsectores agrícola, pecuario y forestal. 

En el mundo de los negocios, las empresas familiares, han sido el motor de desarrollo económico en cada país. Algunos estudios muestran que en EE.UU. representan el 80% del total de las empresas; en la UE, el 60% y en Colombia, el 70%. Las más conocidas en el mundo son Novartis, Roche, Walmart, Facebook, Samsung, Nike y Volkswagen. En Colombia, están los grupos empresariales Santo Domingo, Aval, Carvajal, Corona, Haceb, Ardila Lule y Olímpica, entre otras. 

Cuando analizamos las empresas familiares, vemos varios factores comunes entre ellas. Generalmente, los miembros de la familia que trabajan en esas empresas, tienen mayores niveles de compromiso y esquemas muy particulares de hacer las cosas. Por ejemplo, emplean el tiempo necesarios para sacar adelante sus objetivos sin recibir bonificaciones ni horas extras. Su visión de crecimiento es a largo plazo y la estructura organizacional es estable. Las decisiones son rápidas, pues, solo requieren aprobación de los dueños que, en la mayoría de los casos, son los gerentes de la compañía o de las juntas directivas conformadas por miembros de la familia.

El caso de la empresa familiar Agroinsumos es de admirar. A Francisco, su fundador, lo conocí por allá en el año 2018, en Cali. Al día siguiente, me invitó a conocer las 18.000 hectáreas que se siembran de maíz y otros cultivos semestrales, en el distrito de riego de los municipios de Roldanillo, La Unión y el Toro, en la parte norte del Valle del Cauca. Hoy, es un gran impulsor, con otros empresarios de la altillanura, Bogotá y Antioquia, de la ambiciosa iniciativa empresarial Soya-Maíz, proyecto país, que busca aumentar las áreas sembradas de estos cereales, con el fin de reducir las importaciones desde los EE.UU. y Argentina, para generar esos empleos y riquezas, en las regiones agrícolas del país.

Si los dejan, estas empresas familiares, lograrán convertir este sector agrícola, en el más grande del país, con más de un millón de hectáreas en producción.

*Asesor en crédito de fomento agroindustrial

Indalecio Dangond

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