Socioeconomía de la desigualdad Del voto obligatorio

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Según la noticia periodística, en Riohacha hay 147 comunidades asentadas en las afueras de la capital donde fueron censados mas de dos mil niños, de los cuales sólo hacen parte del programa de primera infancia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar 158. Los otros dos mil niños no cuentan con ninguna protección y, lo que es más grave, es que 525 niños están en riesgo de morir por desnutrición. En lo que va corrido de 2014, el Instituto ha atendido a 37 mil 130 niños con problemas de desnutrición; en este año han fallecido 18 niños por desnutrición.

En otra noticia periodística, coincidente con la que informaba sobre la muerte de niños por desnutrición, en el diario El Tiempo, se informaba que en los restaurantes de primera línea, “a manteles” como se les designa en el lenguaje sofisticado de los especialista, este negocio significa más de medio billón de pesos al año, entrando posteriormente a reseñar el porcentaje de ventas de cada restaurante, diez en total, y su incremento de ventas entre 2013 y 2014. El medio billón lo venden 153 restaurantes “a manteles”. Un plato puede valer entre 30 mil y 60 mil pesos, lo que equivale a la décima parte de un salario mínimo, si el costo es de 60 mil pesos.

Tambien, en otra noticia periodística del mismo diario capitalino un extenso articulo titulaba “Colombia, número 12 en el mundo en desigualdad”. Colombia tiene la tercera peor desigualdad entre 129 países de los que las Naciones Unidas tienen información, de acuerdo con el Informe Sobre Desarrollo Humano, lanzado recientemente por esa organización y solamente supera a Haití en la región de las Américas. En los últimos años, Colombia siempre ocupa los últimos lugares, situándolo como uno de los países mas desiguales del mundo. El país esta junto a Sierra Leona, Botsuana, República Centroafricana, países de África y por debajo de Honduras y Guatemala países centroamericanos y muy por debajo de Chile, Argentina y Uruguay. Colombia supera en desigualdad a Bolivia, Venezuela, Paraguay y Perú.

La alta desigualdad se traduce en desajustes que causan más delincuencia, menos felicidad, salud física y mental más pobre, menos armonía social y menos participación cívica y política. Muchas de las causas de la violencia y la criminalidad organizada y no organizada deben buscarse en la desigualdad.

Las Naciones Unidas, el Banco Mundial y agencias internacionales tasan la desigualdad utilizando el coeficiente de Gini, que es una combinación de variables que finalmente van de 0 a 100. El 0 sería la cifra ideal de igualdad y el 100 la desigualdad máxima. Sin embargo, las noticias periodísticas de niños muertos por desnutrición en La Guajira y el medio billón de ventas de los restaurantes “a manteles” hacen más fácil la comprensión de la desigualdad en Colombia. No se necesita el coeficiente Gini para medirla.

A propósito, en los modestos “corrientazos” tambien se usan manteles. No son privativos de los restaurantes “a manteles”.

El tema está suscitando amplias discusiones y corrientes de opinión en favor y en contra. Quienes lo defienden aluden diferentes argumentos, que es potencialmente un antídoto contra las roscas políticas, contra las maquinarias de aquellos que se favorecen con que los votantes sean una cantidad moderada, porque así, les resulta factible seguir comprando, cooptando o adhiriendo adeptos, por compromisos burocráticos o la utilización censurable de programas de Estado, que hacen aparecer como altas gestiones de sus vidas públicas.

Quienes lo rechazan aluden la necesidad de que el voto sea libre para los ciudadanos, puesto que, la obligatoriedad le sustrae un elemento primordialen favor del sufragante, la libertad de su ejercicio. Además, que los ciudadanos no deben votar animados por las coyunturas o realidades políticas por venir, sino por la convicción de contribuir afortalecer la democracia.

Buscarle raíces al problema estructural, que ha resultado con que en el país vote en promedios inferiores al 50%, nos puede remontar a los períodos de alternación partidista del poder, propiciada en el siglo pasado, en que el gobierno estuvo cautivo en manos de dos partidos políticos. El que no tenía el gobierno, entraba en connivencia con el que lo ejercía, ganando porciones burocráticas y de presupuesto. Así se excluyó cualquier otra manifestación partidista y se generó el escalamiento de la corrupción, el acrecentamiento de los feudos políticos, entre grupos reducidos que pelecharon sin límites éticos, las bondades del erario y el poder público.

Sin duda este viciado ejercicio, terminó rompiendo el elemento que propicia la conexión entre los votantes y el sector político, la confianza, muchos colombianos se concientizaron de que el votolibre y espontáneo, en favor de la mayoría de los políticos, con limitadas excepciones, no es correspondido con el cumplimiento de las promesas de campaña, y por tanto, el voto no romperá el aberrante estado de cosas. Finalmente,esas mayorías que no tienen algún tipo de interés en contratos, puestos, en ciertos programas del Estado, o reciben exiguos bienes materialesde las maquinarias, con los que son arreados a las urnas, con excepción de quienes lo hacemos por convicción, terminan en la abstención.

Aunque obligar al ciudadano a votar, es en cierto modo ver la calentura en las sabanas, ya que, lo principal es depurar el ejercicio de la política, creo apropiado que por unos períodos se establezca el voto obligatorio.

Credito
PABLO ISAZA

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