Un 14 de octubre…

María Yolanda Jaramillo G.

La real Corona Española, erigió sus toldas con la expedición del capitán López de Galarza, en una planicie con caudalosos ríos de aguas cristalinas, habitada por nativos no guerreros, dedicados a la agricultura y al quehacer de quienes viven en paz. Sus fuertes bohíos construidos con paredes de barro y techado con hojas de palma ofrecen un ambiente pintoresco. A los pocos días ante la evidencia del fracaso, de no hallar tesoros, y en compensación a la amistad demostrada por el Cacique Ibagué, resuelve fundar en nombre del Rey de España un 14 de octubre de 1550 este caserío con el nombre Ibagué en homenaje a su Cacique. En la población prevalecía el baile y la música, y en las noches claras de luna arrodillados ante la esfera luminosa, invocaban el amparo de los buenos espíritus, les amanecía sorprendiéndoles la aurora, con los brazos abiertos en espera del padre sol; dueño de la vida y dispensador de salud y riqueza. No podían faltar los bailes colectivos portando sobre las palmas de las manos copas llenas de licor, sin dejar derramar una sola gota, marcando ritmo el conjunto de las ocarinas, flautas, chirimías y tambores de cuero de danta. Este era el ambiente que vivió Ibagué en su fundación. Sin embargo merodeaban constantemente grupos guerreros – Pijaos – que buscaban atacar a los invasores españoles, por lo cual, se decidió el traslado de la población el 7 de febrero de 1551 al sitio que actualmente ocupa. La celebración de ésta efemérides debe contagiarnos de la magia de los sueños y la esperanza que aun vive en el corazón de los ibaguereños deseando la Ibagué soñada.

Una ciudad sin zona de sombra y de peligro

que ofrece a los jóvenes

el ejercicio pleno, para acceder a la ciudadanía

Una ciudad donde se materializan las luchas

por todas las causas solidarias

La ciudad donde se disfrute el atardecer

que no logran, esconder los edificios

y el natural deleite, de hermosos paisajes

que no han sido talados, por la urgencia del urbanizador

La ciudad, donde sus espacios abiertos

parques, plazas, avenidas y andenes

son zonas particularmente aptas

para el paseo, la tertulia y la relación cordial

porque son espacios limpios, y la belleza de sus jardines

son un paraíso estético

La ciudad donde las ventas callejeras

ya no ejercen impacto, sobre la congestión peatonal

porque se han organizado las áreas de ventas la gente que pasa por sus calles

disfruta de ese roce ciudadano

que convoca, esa plenitud colectiva

Las luces de la ciudad se encienden al caer la tarde no solo iluminan, ni anuncian, también fijas modas y valores

que ofrece el encanto de la calle peatonal

donde la música espontanea corre libremente en cada esquina recordando a los Ibaguereños su ‘Ciudad Musical’.

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