Es el momento de cambiar para bien

José Adrián Monroy

Es inevitable que día tras día la información que circula por redes sociales, prensa escrita, televisiva y demás, gire entorno a la pandemia que azota al mundo.
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El Covid-19 además de ser un virus mortal, sacó a flote lo mejor y lo peor de los seres humanos, esas enormes deficiencias y escasas virtudes que solo son evidentes en momentos de crisis.

Sin embargo, a pesar de la falta generalizada de solidaridad, del voraz apetito del sistema financiero, del oportunismo de los que quieren sacar provecho económico de ésta situación especulando con los precios de víveres y alimentos, o incluso, los que quieren sacar “su tajada” con las ayudas para los menos favorecidos; de los casos que a diario se incrementan por violencia intrafamiliar cuya víctima principal son las mujeres, de la falta de conciencia y cuidado de los que no acatan las medidas de aislamiento. Aún tenemos la posibilidad de aprovechar esta coyuntura para que surja un proceso que nos permita reconciliarnos como sociedad.

No podemos continuar como veníamos, en donde unos pelean por todo y los otros por nada; dejemos atrás esas viejas discusiones ideológicas que solo sirven para polarizarnos y dividirnos; es justo, pasar de la habitual “criticadera” destructiva y malintencionada, a los hechos que ayuden generar procesos de avance y unión.

El sector público es un claro ejemplo. Siempre he insistido que en medio del desconocimiento de cómo funciona el aparato estatal, las personas se inclinan por prejuzgar y condenar los hechos que son materia de investigación por parte de los órganos de control o la Fiscalía y es un error de muchos; que se inicie un proceso disciplinario, fiscal o penal, no quiere decir que el funcionario haya cometido alguna falta o delito. Claro, es lógico que se debe estar vigilante porque son recursos de todos, que provienen de los impuestos que pagamos y porque hay unas “ratas de alcantarilla” como dijo el Presidente Duque, que quieren llenarse los bolsillos con los auxilios destinados a las poblaciones más vulnerables, pero esa no es la generalidad.

No he visto, o por lo menos aquí, quien haga una evaluación juiciosa y con altura del grado de penetración que tienen los apoyos dados a las pequeñas y micro empresas en Ibagué y el Tolima, tampoco del comportamiento de los bancos o la pertinencia de la información que se difunde sobre el virus, y menos, el análisis del impacto socioeconómico de las ayudas dadas que ponderen y convaliden los criterios impartidos por planeación nacional.

Por lo tanto mi invitación es a que rodeemos a nuestros dirigentes, no para convertirnos en un comité de aplausos pero sí, siendo propositivos aportando de manera reflexiva y positiva, a hacernos parte de la solución y no del problema; estamos ante algo que nadie se esperaba y por eso nos toca aprender sobre la marcha. Que esta incertidumbre sea el preámbulo para que nuestra sociedad cambie para bien y que por primera vez, todos demos el paso de jalar hacia el mismo lado.

JOSÉ ADRIÁN MONROY TAFUR

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