Respeto por la diferencia

José Adrián Monroy

Hace algunos días fue noticia mundial el caso de George Floyd, un hombre afroamericano que murió cuando fue reducido por un policía que le puso la rodilla sobre el cuello mientras se asfixiaba en el suelo; el video, que fue tendencia, muestra la crueldad del hecho que indignó a muchos generando manifestaciones, protestas y todo tipo de reacciones.
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Aquí, siete soldados violaron a una niña de 13 años, perteneciente a la comunidad indígena Embera; ayer, en la celebración del orgullo LGTBI en Bogotá, dañaron algunos monumentos públicos y por internet, les cayeron encima a los que conmemoraron el día.

Traigo a colación estos hechos, porque hay una enfermedad que ha contagiado la sociedad a nivel mundial y que día a día se agudiza: la falta de respeto por la diferencia. Respetar las diferencias, ya sean de raza, condiciones sexuales, cultura, religión o incluso discapacidades, es vital en un mundo cada vez más globalizado, que está interconectado y donde la información falsa o verídica permea todos los rincones del planeta.

En Colombia la falta de respeto nos ha llevado a vivir como lo hemos hecho durante tantos años. Pues somos un país intolerante, proclive a la violencia, con personas desconsideradas y sin compasión por la situación del otro. Solo basta con ver el odio que se destila en las redes sociales, donde unos transgreden los derechos de los demás porque no tienen su mismo pensamiento político o ideológico, porque se es de derecha o izquierda, porque son homosexuales o no, porque están a favor o en contra del aborto e incluso se pelean hasta por la paz; el maltrato pulula por opinar distinto o ser diferente.

¿Si continuamos por este camino a donde iremos a parar?, ¿qué ejemplo le estamos dando a nuestros hijos cuando ellos no nacen con los prejuicios que nosotros creamos?. Un niño no discrimina ni le da importancia a las nacionalidades, al color de piel o el idioma. A un niño no le importa de dónde sea otro niño, cómo viene vestido, qué estrato socioeconómico tiene. Desgraciadamente, con el tiempo van adquiriendo complejos a partir de lo que observan en su entorno y de lo que les transmitimos como padres.

Por lo tanto, la única manera de frenar los comportamientos llenos de desdén, menosprecio y belicosidad es enseñando a nuestros niños a ser solidarios, a valorar y aprender de otros, a ser tolerantes y respetuosos, y a evitar que tomen decisiones basadas en prejuicios y estereotipos, de lo contrario, seguiremos estancados como sociedad, no evolucionaremos y seguiremos en la misma condición de hace más de 60 años, matándonos por todo y a la vez por nada. El respeto debe ser el denominador común de esta sociedad, piénsenlo...

JOSÉ ADRIÁN MONROY

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