35 años de la tragedia de Armero

José Adrián Monroy

El pasado 13 de noviembre se cumplieron 35 años de la tragedia de Armero. El municipio, ubicado al norte de nuestro departamento, que comprendía unas 20.000 hectáreas de extensión, fue arrasado por un alud de lodo, cenizas, escombros y árboles en la noche de un miércoles en 1985, tras la erupción del Volcán Nevado del Ruiz. Se estima que las víctimas fatales superaron las 23.000 personas de una población total de 29.000, es decir, el 95% de las personas que vivían en Armero murió por cuenta de la avalancha.
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Cuenta la historia, que Armero fue conocida como el corazón agrícola del Tolima, pues era rico en cultivos de algodón, sorgo, maíz, arroz y también en ganado; el desarrollo que tenía para la época era superior a la de los municipios circunvecinos, pues estaba muy avanzado en materia de infraestructura: puentes, vías férreas, óptimas redes eléctricas, escuelas, hospitales, hoteles, iglesias y una fuerte actividad comercial. Hoy es un pueblo fantasma.

Se dice a su vez, que lo sucedido en Armero fue la crónica de una muerte anunciada,  ya que geólogos y otros expertos habían advertido a las autoridades y a los medios de comunicación sobre el peligro inminente en el que se encontraba expuesto éste municipio días previos a la erupción del volcán. No se hizo nada. Desde las altas esferas del poder colombiano se limitaron a decir que: “no había peligro” y se le pedía a la población que se “quedara tranquila”.

Algo que también influyó al descuido con Armero, fue que el gobierno encabezado por el Presidente Belisario Betancur (1982-1986) no se recuperaba de otra tragedia: la toma del Palacio de Justicia en Bogotá por el grupo guerrillero M-19, que tras tomar unos 350 rehenes y mantener un enfrentamiento armado con miembros del Ejército Nacional durante 27 horas terminó con 98 muertos. Una situación en la que el gobierno del momento enfocó toda su atención, ya que faltaban apenas algunos meses para las elecciones legislativas en marzo y presidenciales en mayo, además, porque hasta ese momento en el país, no existía un sistema de gestión del riesgo que atendiera de manera eficiente las emergencias.

Entonces, “Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, es una frase que se le atribuye a Confucio y que debemos aplicarla 35 años después de semejante catástrofe que vivieron los habitantes de Armero, toda vez que, se habría podido evitar. Así que hoy, debemos atender los llamados de los expertos que nos alertan todos los días por las consecuencias del cambio climático, actuar con prontitud frente a hechos notorios como las fallas geológicas que enfrenta Villarrica, por ejemplo. No nos expongamos a repetir la historia.

JOSÉ ADRIÁN MONROY

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