Camino equivocado

Juan Carlos Aguiar

Las consignas eran de parte y parte. “Viva Trump” gritaban unos, enardecidos; “Arriba Biden” respondían otros, haciéndolo más fuerte. Ocurrió frente al Club de Golf que tiene Donald Trump en Doral, una pequeña y moderna ciudad en el sur de Florida. En su interior, el propio presidente de Estados Unidos se reunía con alrededor de cien delegados de grupos latinos que apoyan su reelección.
PUBLICIDAD

Afuera, una mujer con una pequeña camiseta negra, para enfrentar el intenso calor, y una gorra con el famoso grito de batalla del mandatario “Make America Great Again”, les gritaba a sus opositores: “Todos ustedes son unos comunistas”. Adentro, Trump repetía, entre aplausos, que de ganar su rival Joe Biden, Estados Unidos se convertiría en otra Venezuela.

Y aunque nada está escrito sobre piedra, es fácil saber que ni lo planteado por Trump ni por algunos de los que lo apoyan es verdad. Ni los seguidores de Biden son comunistas, ni una eventual llegada del vicepresidente de Barack Obama a la presidencia de la primera potencia del mundo, llevaría al país al caos y miseria en que se hundió Venezuela. ¿Por qué? Por la solidez de sus instituciones y el gran equilibrio que existe entre los pesos y los contrapesos, blindados por la Constitución de Estados Unidos. Solo hay que ver cómo el presidente Trump ha intentado reformas —migratorias, por ejemplo—, muy impopulares para los sectores de centro e incluso para personalidades de su partido Republicano, y han sido bloqueadas repetidamente en múltiples instancias. 

En su intervención en Doral, en búsqueda del voto latino, Trump aplaudió a Álvaro Uribe por su lucha contra el llamado ‘castrochavismo’, y aseguró que Biden recibe el apoyo de Gustavo Petro. Obviamente arrebató vítores para el expresidente colombiano y abucheos contra el senador de la Colombia Humana. Nada más fácil para cualquier político que arrebatar gritos de histeria colectiva de tribunas eufóricas, cuando se apela al miedo y al odio. Pero repito, en aquel espacio, tan solo había unas cien personas y no todas eran colombianas. Es más, según un informe del Centro de Investigación Pew, en Estados Unidos viven un millón 240 mil colombianos, de ellos el 31 por ciento en Florida, y muchos no apoyan a Trump. Esto lo sabe el presidente, quien prefirió asegurar que Barack Obama, Joe Biden y Juan Manuel Santos, se rindieron ante el narcoterrorismo, aludiendo al proceso de paz con las Farc, antes que recordar que unos meses atrás el propio Trump aseguró que durante el gobierno de Iván Duque se producía más droga que en el de su antecesor, o que cuando llegó a la presidencia mantuvo el respaldo de Estados Unidos a las negociaciones con la guerrilla.

Lo preocupante es que con estas palabras Donald Trump le da a Gustavo Petro el oxígeno que tanto necesita. No se puede desconocer que, históricamente, en Latinoamérica no es bien recibida la intervención estadounidense en la política local, incluida Colombia, ya que genera un efecto contraproducente: exacerbar el sentimiento antiimperialista. Esto, a veces, lo que logra es apalancar movimientos de izquierda, que es lo que menos necesitamos ahora en Colombia, cuando las guerrillas no son lo que eran hace 20 años, ni en Cuba tienen su eterno escondite, ni Venezuela está inundada en los petrodólares que recibían en el pasado. 

Sin embargo, el presidente Trump sabe que Florida es determinante en su proyecto reeleccionista y que los colombianos, con su voto, pueden aportar su granito de arena para que siga en la Casa Blanca. Pero bastante polarización tenemos en Colombia como para ahora sumarle la contienda electoral estadounidense.

JUAN CARLOS AGUIAR

Comentarios