Por un juego más

Juan Carlos Aguiar

Ciento veinte minutos duró la tregua en la guerra política e ideológica que se libra en las redes sociales de los colombianos. Un ejercicio matemático simple: 45 minutos del primer tiempo, 3 de tiempo adicional, 15 minutos del intermedio, 45 del segundo tiempo y otros 4 adicionales, para un total de 112 minutos. Unos pocos más para festejar y felicitar a la Selección Colombia por su maravilloso juego con Venezuela y para desearle pronta recuperación a Santiago Arias por su lesión. Cumplidas esas dos horas de pausa los campos de batalla en las redes sociales se llenaron otra vez de combatientes. Los mismos de siempre, los dueños de la verdad absoluta enfilando sus cañones contra quienes piensan diferente. No importa a quién o a quiénes tengan que atacar para acabar, de una vez por todas o al menos por ese día, con los promotores del paramilitarismo o esa mano oscura que dicen maneja a Colombia; o, en su defecto, con el castrochavismo, disfrazado diabólicamente de socialista y comunista, que persigue tomarse el poder para convertirnos en otra Venezuela. Como si ya no hubiera suficientes indicadores que nos asemejan a la tragedia de la nación hermana.
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Durante ciento veinte minutos hablamos de James, de Cuadrado, de Muriel y sufrimos por el dolor de Arias. Durante ciento veinte minutos fuimos otra vez ese país que ha estado en la lista de los más felices del mundo, aunque siempre nos cuestionemos por qué. 

Pero todo lo bueno tiene su final. Ese tiempo se acabó, y, como si oprimiéramos un botón, volvimos a hablar de Santos y cómo le entregó el país a las Farc cuando en realidad se lo recibió Duque; de cómo Uribe, desde el ubérrimo, es el demonio personificado mientras desconocemos que millones lo siguen y que la reconciliación pasa por respetarlos y aceptarlos; de cómo Petro prende sus trinos para incendiar las calles desde su cuenta de Twitter, olvidando que lo siguen otros millones a los que también hay que reconocer para entendernos como sociedad. Al final esos millones de lado y lado, o del centro, no son terroristas, ni paramilitares ni guerrilleros, son todos colombianos que simplemente piensan diferente y que mañana se tienen que levantar a trabajar porque la vida sigue y esos personajes —Santos, Uribe y Petro, por mencionar solo algunos—, no les pagarán el arriendo ni les darán para el mercado. 

Las noticias volvieron a ser las mismas, como si el gigantesco eco de nuestra historia nos mantuviera condenados a repetirnos. Cuatro personas asesinadas en Jamundí, la prensa censurada, robos aquí y allá, discusiones entre funcionarios, colombianos disfrutando el puente festivo en medio de una pandemia; ¡ah!, y Vanesa de la Torre renunció a Caracol.

Pero no todo es malo. También hay que aprovechar los pequeños regalos de la vida. Gracias a esos 120 minutos el país entero no tuvo que resistir con estoicismo mudo un nuevo capítulo del programa de televisión del presidente Iván Duque, quien al paso que va tendrá más minutos al aire que ‘Tal Cual’, el muñequito del Boletín del Consumidor, o que el propio padre Diego Jaramillo de El Minuto de Dios.  Ahora a mantener la frente en alto y la esperanza viva porque anoche, con el último pitazo del juez, en el Metropolitano de Barranquilla, no fue el fin del fin. Ya casi es martes y con él llega una nueva ilusión para otros 120 minutos de olvido, porque para eso los colombianos somos expertos: para olvidar. De lo contrario hace mucho tiempo que hubiéramos cambiado nuestra abrumadora realidad. Así que ahora solo a confiar en que nuestros muchachos se luzcan en Santiago de Chile enfrentando al onceno austral.

JUAN CARLOS AGUIAR

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