Para madurar aguacates

Juan Carlos Aguiar

Hay recuerdos que nos acompañan por siempre. En mi caso, tengo nítida la imagen de mi padre acostado en su cama, con un pie sobre el otro, y en sus manos el periódico completamente abierto. Aunque era un sacrilegio interrumpirlo en su lectura diaria de noticias, para entender la realidad del mundo, siempre había un motivo para ganarse su mirada fulminante cuando uno de sus tres hijos cortaba ese sagrado ejercicio. Lo que no recuerdo es si tenía una suscripción mensual o anual, menos cómo llegaba el diario a la casa, excepto las veces en que vivimos en el campo, ya que había que esperar a que alguien fuera al pueblo por él. Aunque quise ser periodista desde los 14 años, cuando mi madre me invitó a compartir con ella un programa de radio que tuvo, creo que el periódico en las manos de él estimuló ese temprano propósito.
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No sé hace cuánto tiempo no leo un periódico físico hasta que mis dedos se impregnen de tinta. Recuerdo que años atrás, cuando todavía vivía en Colombia, era suscriptor de El Tiempo, El Espectador y Semana. Eran lectura obligada.

Con el avance natural del tiempo, de la tecnología y la llegada de medios alternativos, los periódicos tuvieron que adaptarse a la era 2.0, cuando los usuarios dejamos de ser sujetos pasivos, que simplemente recibíamos información, y comenzamos a interactuar con ese mundo. Primero respondiendo inmediatamente a las noticias, luego a otros lectores, hasta que nos convertimos en reporteros de nuestra propia realidad gracias a la inmediatez que permiten internet y los celulares inteligentes. Si antes faltaban las noticias hoy abundan y esto finalmente se traduce en exceso de información y a veces hasta en desinformación. Lo más preocupante es que, acudiendo a aquella vieja tesis de matar al mensajero, desde importantes jefes de estado hasta anónimos consumidores de noticias, una buena parte de la población acusa a los medios de comunicación tradicionales de la realidad que nos abruma. No han podido entender que los periodistas, al menos los ajustados a los principios éticos y morales enmarcados en nuestro oficio, solamente nos dedicamos a registrar hechos que deben ser veraces y verificables.

En las últimas horas se supo que el periódico El Tiempo comenzó un nuevo modelo en el que sus usuarios deberán pagar por su contenido digital. No es un invento nuevo, por el contrario, lleva más de 25 años. En 1994 el periódico británico The Daily Telegraph presentó su versión digital a la que se accedía pagando. Varios más siguieron esta línea de comercio y desde entonces muchos giros ha dado el negocio de los periódicos, que tiene una historia de casi 500 años.  

A los reporteros, cuando empezamos en el oficio o a estudiar en las universidades, una de las primeras cosas que nos meten en la cabeza es que el periodismo es el cuarto poder, luego del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Nada más errado, desde mi percepción, ya que su función en una democracia es mantener una mirada crítica sobre aquellos que definen el futuro de la humanidad. La única forma de mantenerlo vigente, y sobre todo de recibirlo con alta calidad, es costear este servicio. Hoy en día, pagar una suscripción de un periódico en formato digital es más económico que lo que se pagaba por el periódico físico. Claro, la diferencia es que ni podremos limpiar vidrios con él ni mucho menos envolver aguacates para ponerlos a madurar. Lo positivo, es que sí podremos madurar nuestra mirada crítica de esa realidad para intentar cambiarla. Al final, el periodismo siempre será un contra poder.

JUAN CARLOS AGUIAR

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