Mis héroes

Juan Carlos Aguiar

Sandra Lindsay estaba sentada en una gran silla azul y nada permitía adivinar su expresión. El tapabocas que usaba esta enfermera afroestadounidense de la unidad de cuidados intensivos del Hospital Long Island Jewish Medical Center de Nueva York, impedía saber si sonreía o no. Seguramente lo hacía, era la primera persona en Estados Unidos en recibir la vacuna contra el Covid-19 desarrollada por Pfizer y BioNTech. Su foto, rápidamente, le dio la vuelta al mundo y a su nombre se sumaron los de otros trabajadores de la salud, quienes durante meses construyeron una sólida y primera línea de batalla que evitó que los estragos dejados por el coronavirus fueran mayores.
PUBLICIDAD

Helen Córdoba en Los Angeles, California; María Díaz en Houston, Texas; David Joseph de la Zerda en Miami, Florida; fueron de los primeros en recibir también su respectiva dosis. No es de menor importancia que entre los primeros en ser inoculados con este antídoto, autorizado de emergencia por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés), pertenecieran a las razas negra o hispana, dos de las más golpeadas por esta enfermedad que paralizó durante semanas al mundo entero y que, innegablemente, cambió nuestra forma de vivir.

El pasado viernes tuve el privilegio de entrevistar al doctor David Joseph de la Zerda, colombiano, médico de la Universidad Javeriana y experto en neumología y cuidados intensivos del Hospital Jackson Memorial de Miami. En el programa de radio nos habló de todo, de su esposa y de sus dos pequeños hijos. Una conversación cálida en la que nos contó de los profundos miedos que ha sentido mientras busca salvar vidas en las difíciles condiciones a las que los empujó este virus. Días antes, al ser vacunado, sintió la tranquilidad que últimamente extrañamos muchos. Al final solo le preguntamos qué quisiera hacer una vez superemos esta situación y su respuesta fue tan humana que puede ser increíble: el doctor De la Zerda solo quiere descansar y recuperar el tiempo perdido con su familia y con sus hijos quienes apenas tienen 5 y 7 años.

Todos, de una forma u otra, nos enteramos de esta realidad y ellos, a tan corta edad, también sufrieron tratando de entender por qué su papá -y su mamá quien también es médico- se arriesgaba atendiendo a tantas personas contagiadas con coronavirus. La explicación es solo una: un inigualable compromiso ético y moral por cumplir el Juramento Hipocrático que hizo para graduarse y que dice, entre otras cosas, “La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones”. Por estos días los medios de comunicación están seleccionando al o los personajes más importantes de este año y, para mí, sin lugar a dudas, son ellos, los médicos y enfermeros, hombres y mujeres, que han pagado un precio muy alto, incluso con sus propias vidas, por mantenernos con la esperanza a flor de piel, máxime ahora que estamos a punto de salir de este oscuro túnel. Lo importante es no bajar la guardia para que la Navidad de 2021 estemos juntos y dándonos abrazos.

JUAN CARLOS AGUIAR

Comentarios