Un nuevo despertar

Juan Carlos Aguiar

Cuatro días faltan. Si, tan solo cuatro días para que este año llegue a su fin. Y aunque en mi vida como periodista me enseñaron que hay frases que no se repiten, por trilladas, esta vez lo quiero hacer: 2020, el año en el que el mundo cambió. Lo que no tengo claro es si nosotros, como humanidad, como raza, estamos preparados para asumirlo y sobre todo para enfrentarlo.
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Si, hay muchas cosas para lamentarse de este singular año en el que tuvimos que aprender a vivir de una forma diferente. Por primera vez en un poco más de un siglo, y gracias a la globalización, los afectados estuvimos en cada rincón del planeta. Por primera vez todos estamos en el mismo barco; algunos en primera clase, otros en segunda y otros en tercera, pero todos bajo el peligro de morir por un virus que nos quita el oxígeno, bajo el temor de perder masivamente nuestros trabajos, bajo el riesgo de perder a nuestros seres queridos sin poder estar a su lado.

Nos acostumbramos, más que haber aprendido, a usar un tapabocas; asumimos que el distanciamiento social, sin los besos y abrazos que extrañamos, nos puede salvar; implementamos el lavado de manos y otras rutinas de limpieza como un hecho fundamental para seguir respirando. ¿Fue fácil? Para nada. Vimos en las calles, con frustración y desconsuelo, a muchos que no cumplían normas tan básicas de convivencia actual.

Creo que no hay dudas de que, con toda certeza, nos falta por lo menos un año de esta nueva vida de bioseguridad individual y colectiva. Aunque ya hay vacuna, la inoculación a más de siete mil quinientos millones de personas tardará bastante y todavía no sabemos si la nueva cepa de Covid-19, descubierta recientemente en Inglaterra, es o no resistente al antídoto.

La gran pregunta que debemos hacernos, como humanidad, es si realmente aprendimos la gran lección de este 2020: ¿vamos a proteger al planeta como el único hogar que tenemos? Aunque muchos parezcan no entenderlo, o al menos aceptarlo, el Covid-19 es apenas una señal de lo que hacemos mal con la tierra.  

La temporada de huracanes que este año rompió récord en Estados Unidos por su cantidad y afectó a Colombia y Centroamérica, los incendios forestales salidos de toda proporción en la costa occidental de Norteamérica, las inundaciones en África y Asia sin antecedentes, y el deshielo del Ártico por las altas temperaturas, que amenazan con romper el equilibrio de los océanos, son evidencias contundentes del daño irreversible. Los medios de comunicación registraron más de 220 desastres naturales de gran tamaño, que afectaron a por lo menos 70 millones de personas, dejando pérdidas materiales superiores a los 69 mil millones de dólares. En entrevista con la Associated Press el director del Programa Ambiental de las Naciones Unidas, Inger Anderson, aseguró que: “La naturaleza nos está haciendo llegar un mensaje. Donde quiera que vayas, la naturaleza nos está golpeando. Los tres años más cálidos que hemos visto. Las temperaturas del Ártico, los incendios forestales, etcétera, etcétera”.

¿Habremos ganado en conciencia y en responsabilidad? Los tiempos que vienen serán fundamentales para encontrar la respuesta. No culpemos al año que termina por todo lo que está pasando y miremos en nuestro interior, seguro que estamos a tiempo para darnos cuenta, de una vez por todas, que los únicos responsables de todo lo que sucede somos nosotros como especie. Yo, cambiaré de año con la esperanza de que todo es posible, si nos entendemos como seres humanos, aceptamos que no tenemos otro lugar hacia donde ir y aportamos nuestro granito de arena. Me mantengo optimista, ¿ustedes?

JUAN CARLOS AGUIAR

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