Vientos de paz

Juan Carlos Aguiar

Vi la ceremonia en el televisor de mi escritorio y, sin darme cuenta, se me escaparon algunas lágrimas. Un compañero, al verme, me preguntó si estaba bien. —Veinte años contando historias de guerra en mi país y hoy no estuve para contar historias de paz—, le respondí señalando la pantalla. Era 26 de septiembre de 2016 y luego de décadas de conflicto, las Farc firmaban en Cartagena un acuerdo de paz con el gobierno.
PUBLICIDAD

Esa noche una sensación de tranquilidad me acompañó, contrario a la que sentiría seis días más tarde cuando por estrecho margen el No le ganó al Si en el Plebiscito por la Paz. Lo que siguió no es un secreto y la interpretación de los hechos depende de quién la cuente, sin convertirlo en bueno o malo, solo en un testigo de la historia. Tras una rápida negociación entre gobierno y promotores del No, una nueva firma se dio el 24 de noviembre del mismo año en Bogotá. La oposición, liderada por Álvaro Uribe, nunca lo aceptó y hasta ofreció “hacer trizas” el acuerdo. Aunque las altas cortes blindaron lo negociado para buscar la paz, que sigue siendo esquiva en Colombia, año y medio más tarde Iván Duque, candidato del expresidente Uribe se convirtió en sucesor de Juan Manuel Santos.  

Hay diferentes versiones sobre lo hecho por Duque en materia de paz. Unos dicen que está cumpliendo con “hacer trizas” el proceso, otros lo califican de “tibio pusilánime” y el propio gobierno afirma estar cumpliendo lo acordado.  

La política internacional no ha brillado por su éxito desde que Duque asumió el poder. Uno de sus movimientos en esa materia fue alinearse con el ahora expresidente Donald Trump en su posición frente al proceso de paz. En su campaña para la reelección Trump dijo que Barack Obama, su vicepresidente Joe Biden y Juan Manuel Santos, se rindieron ante los “narcoterroristas de Colombia”, mientras calificaba de “terrible” — una de sus palabras favoritas — el acuerdo. En un increíble fallo de cálculo y diplomacia, el gobierno Duque y su partido Centro Democrático mostraron su deseo de que Trump continuara en la Casa Blanca. Pusieron todos los “huevitos” en la misma canasta y perdieron.  

Hace cuatro días Joe Biden asumió como nuevo presidente de Estados Unidos y, sin haber conversado con su homólogo Iván Duque, el nuevo gobierno norteamericano ya dejó muy claro que la “implementación del acuerdo de paz” es un punto principal en su relación con Colombia. No es un interés reciente del legendario político estadounidense. En el pasado, como poderoso Senador demócrata del Comité de Relaciones Exteriores, apoyó el Plan Colombia y el Proceso de Paz liderado por Andrés Pastrana. Posterior a las negociaciones de Santos, Joe Biden dijo en diciembre de 2016 en Cartagena que “es un momento de oportunidad sin igual para Colombia”. 

Expertos en Washington y Bogotá han cuestionado la participación de algunos políticos colombianos en el proceso electoral estadounidense, lo que deja claro que no será fácil para el presidente Duque recomponer el daño causado. Lo que es innegable es que la lección debe ser aprendida e implementada como estrategia de Estado: Colombia no puede inmiscuirse en la política interior de su principal socio económico en el mundo, o de lo contrario esto puede acarrear graves consecuencias. Por ahora, soplan nuevos vientos a favor de un proceso de paz que, bien o mal, ha salvado vidas en nuestro país. En eso hay que rodear a Duque para que reciba el apoyo de Biden y le permita tener amplio margen de acción, incluso en contra de los deseos de su partido y del propio Álvaro Uribe. 

JUAN CARLOS AGUIAR

Comentarios