Reciprocidad

Juan Manuel Díaz

La RAE define la reciprocidad como: “la correspondencia mutua de una persona o cosa con otra”. Es decir, como un sentimiento de buen recibo y de voluntades entre dos partes que tienen relaciones e intereses afines. En términos más prácticos, la reciprocidad es un “toma y dame” que se da entre parejas, amistades, acuerdos comerciales, matrimonios y negocios de diversa índole.
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Generalmente cuando hablamos de reciprocidad, partimos del hecho de una buena voluntad para mantener un acuerdo, pero también se debe acudir a lo meramente humano, para decir que ser recíproco en cualquier relación interpersonal o comercial, también debe partir de querer hacerlo, de tener el deseo de corresponder al otro.

No se puede ser recíproco individualmente, ni mucho menos se pueden mantener sentimientos, cuando ese vínculo con el otro se rompe por cualquiera que fuera el motivo. En el caso de los contratos, los mismos pueden romperse unilateralmente, y aunque pareciera que la decisión de romper un contrato de esa manera fuera tajante y de una sola parte, siempre hay un diálogo previo que en términos jurídicos debe garantizar el debido proceso. En ese caso: avisos, llamados de atención de los supervisores y demás.

Por estos días, las relaciones interpersonales han cambiado mucho en su esencia, y esos cambios se acercan cada vez más a relaciones de intereses. Las amistades han variado de tal forma que algunas también terminan unilateralmente como los contratos, pero de un plumazo, sin previo aviso y con las lamentaciones, lutos, chismes y heridas que eso conlleva, y es ahí cuando es bueno revisar el concepto de reciprocidad, y ahondar en esas pautas que han marcado esas relaciones en el tiempo. ¿Es normal que las cosas hayan terminado así? ¿Sería por ejemplo normal que una persona decida divorciarse de su pareja y haga los trámites sin consultarle a su pareja?

Pareciera entonces que en la actualidad no importan los valores y sentimientos que se tejen alrededor de las amistades y relaciones de pareja, que ser amigo de alguien pierde sentido ante los momentos pasajeros de gloria que deshumanizan los detalles sencillos de la vida. Hoy en día algunas amistades sinceras son reemplazadas por aduladores y comités de aplausos de algunos que piensan que ser amigo implica decirle al otro lo que quiere escuchar, sin importar que ese otro esté equivocado y esté cometiendo equivocaciones, incluso en contra de su propia esencia.

Es pues la reciprocidad un término que se debe apropiar para todo en la vida, pero principalmente para las relaciones humanas. No esperar nada del otro es un muy buen argumento y sería maravilloso poder hacerlo, pero desafortunadamente no aplica, ni aplicará jamás para las amistades, ni relaciones de pareja, pues uno siempre espera algo de quienes quiere: espera justamente reciprocidad.

 

JUAN MANUEL DÍAZ

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