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Desde entonces cada que escucho ese nombre siento un leve temblor. Lo mismo me ocurrió en estos días cuando escuché la forma en que se aprobó la modificación de la Ley de Garantías, en donde fue protagonista Anatolio Hernández Lozano, Representante a la Cámara por Guainía, elegido por 2.338 votos y cuya hoja de vida habla de que se formó como Tecnólogo en Gobierno Local y Gestión Pública Territorial, así mismo, como Técnico en Procesos Municipales y Administrador Público. Entre sus cargos más representativos ha sido Diputado a la Asamblea de Guainía y Corregidor Departamental.
El primer Anatolio pronto se dio cuenta que no había nacido para enseñar y se retiró. En cambio, el segundo ha hecho “política”, de esa que entroniza a personajes incompetentes, como los encargados de legislar para casi cincuenta millones de colombianos.
Parece que poco participa en las discusiones, pero siempre vota por lo que le digan. La voz de Anatolio, como si recién se hubiera levantado de la siesta que de costumbre hace a cualquier hora, en las mullidas sillas de la Cámara, preguntaba: “¡Cómo voto?, ¿Cómo voto?, y sus compañeros le gritaban “vote si, vote si” y hasta la presidenta de la Cámara intentaba constreñirlo gritándole “Anatolio, vote por el sí”.
Ahora, Anatolio se convirtió en el símbolo de la ineptitud del senado. Sin embargo, los anatolios son muchos y existen por todas partes, incluyendo los parlamentarios del Tolima. La única diferencia es que ellos no tienen que preguntar en el salón por qué votar, pues son más genuflexos y acatan estrictamente las órdenes de sus jefes.
Finalmente, Anatolio votó sí y de esta manera parece que asegurará curul hasta el 26, si la demanda por exigirle dinero a uno de sus asistentes, no le quita el puesto.
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