La pesadilla de iniciar un nuevo año lectivo

libardo Vargas Celemin

Quienes empezamos los primeros años de estudio en la década de los años sesenta del siglo pasado, todavía recordamos una narración que aparecía en la página inicial del texto de Justo V. Charry: “Hoy es un día muy feliz, son las ocho de la mañana, voy a la escuela, llevo en mi maleta los útiles: la cartilla segunda de Charry, que tiene muchas narraciones, bellas láminas, media docena de cuadernos, un lápiz de color oscuro, una caja de colores y un borrador”. Este modesto equipamiento debía durar todo el año, al igual que los uniformes y los padres debían hacer verdaderos milagros para que el buzo desteñido o los tenis raídos alcanzaran. 
PUBLICIDAD

Hoy, sesenta años después, en medio del despliegue tecnológico y las incertidumbres del regreso a clase, la situación de miles de niños, especialmente del campo y de las zonas marginales de las ciudades, sigue lo mismo o peor. Las falacias del gobierno dan cuenta de grandes coberturas, pero todavía en Colombia hay muchos sitios que viven sin los servicios públicos básicos y el Covid-19 demostró no solo las carencias del sistema de salud, sino también la imposibilidad de una educación virtual que cubra todo el país.

La brecha entre la formación de niños y jóvenes de distintos sectores sociales es un abismo insondable, donde no hay políticas serias para mejorar la calidad de la educación. Por ejemplo, en este año se ha disparado el costo de los útiles y demás productos de la canasta familiar y, los altos funcionarios del gobierno, se han dedicado a justificar dichas alzas con mentiras, achacándole todo el problema a causas como la logística internacional, la falta de materias primas, la pandemia y hasta el paro nacional, sin mencionar a los acaparadores y a los comerciantes indolentes que también tienen parte de esa culpa.

Cuando todos sabemos que la mal llamada reactivación económica es la cuota que debe pagar el pueblo para resarcir de las supuestas pérdidas a industriales, banqueros y algunos comerciantes, los pequeños empresarios, los miles de trabajadores informales y los desempleados tienen que soportar sobre sus hombros el peso del enriquecimiento de unos pocos.

No he escuchado ningún pronunciamiento del gobierno llamando a la cordura y anunciando medidas para frenar esta disparada del costo de vida, pero sí he visto y escuchado la propaganda oficial que habla del aumento histórico del mínimo, de un supuesto 9% de la productividad nacional y de otras imprecisiones.

El primer día de clase no será tan feliz para los estudiantes pobres, ellos solo podrán llevar media docena de unos lápices incoloros, un bolígrafo, un borrador, tres cuadernos y el des- encanto de no tener el morral de moda para echar allí sus esperanzas.

Libardo Vargas Celemin.

Comentarios