Protagonistas de “la difusa vida de la palabra”

libardo Vargas Celemin

En estos tiempos propicios para la reflexión y una pausa en la confrontación política, resulta oportuno recomendar la lectura del libro de cuentos “La difusa vida de la palabra”, de Leonardo Monroy Zuluaga, doctor en Literatura y profesor universitario. Con este libro fue uno de los ganadores del Concurso de Cuento “Hugo Ruiz Rojas”, convocatoria adelantada por la Secretaría de Cultura de Ibagué el año anterior. Monroy Zuluaga es conocido en la Academia, como un acucioso investigador, al igual que dedicado al estudio de la literatura del Tolima. Este libro es su primera aparición en el campo narrativo, porque antes había publicado tres libros de ensayos y es coautor de varias publicaciones como integrante del Grupo de Investigación de la UT.
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“La difusa vida de la palabra” presenta tres pilares definidos. El primero es la unidad temática que imbrica a los nueve cuentos que tienen que ver con el oficio que desempeñan sus protagonistas: lectores, escritores narcisistas, críticos envidiosos, profesores zánganos y toda esa “troupe” que gira en torno a la creación literaria, como mecanismo para alcanzar la gloría efímera a expensas de triquiñuelas muy comunes en nuestro medio. 

El segundo pilar es el recurso metaficcional con que se construyen. Es una tertulia permanente sobre la creación literaria; las limitaciones de todo orden que viven noveles autores: la discusión sobre el valor de los talleres literarios; el cuestionamiento a la enseñanza de la literatura y al trabajo de los críticos, definidos por un personaje como “esa dolorosa labor de arrebatarle la belleza a los poemas y los cuentos para entregarlos descuartizados en compartimentos lingüísticos”. La metaficción le permite al autor deambular por todas las situaciones y los rituales del acto de escribir, en que se sumergen muchos seres con toda esa carga de dificultades y pasiones que los convierte en protagonistas de sus propias historias.

El tercer pilar tiene que ver con la destreza narrativa donde hay un manejo equilibrado de los narradores, una gran dosis de ironía, una presencia permanente de referencias que dan cuenta de un conocimiento certero de la historia literaria y que constantemente nos recuerda sus largas jornadas como docente. Subyace en algunos cuentos el trabajo sutil de remozar estructuras canónicas, por ejemplo, en el caso del cuento policial del que encontramos resonancias que provienen de los trabajos de Borges en este campo. 

Los lectores de los cuentos de Leonardo Monroy Zuluaga, amantes de la literatura pueden encontrar un banquete y un goce intelectual en cada página del libro. Sin embargo, los neófitos también pueden acercarse a estos relatos, con la seguridad de hallar entretenidas historias que nos desnudan una realidad que trasciende la aureola de un oficio apasionante.   

Bienvenido Leonardo a la cofradía de las palabras difusas.

 

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LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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