Los golpes suaves

Rodrigo López Oviedo

Sería bueno saber cuántos funcionarios colombianos no han pecado como supuestamente lo hizo Dilma Rousseff, a quien se le ha retirado temporalmente su investidura presidencial por presuntamente violar normas fiscales y maquillar un déficit presupuestal.

Como nuestra justicia fiscal jamás encontraría a quien acusar como lo ha sido la Rousseff, olvidémonos del asunto y respondamos las siguientes preguntas:

¿No resulta sospechoso que a esta Mandataria se la acuse a pocos días de haber salido el kirchnerismo del poder, pese a las importantes realizaciones con que este movimiento estaba beneficiando al pueblo argentino?

¿No despierta suspicacias el que se dé a pocos meses de que las oligarquías bolivianas impidieran el cambio constitucional que le daría continuidad a las transformaciones que comenzaron a darse en Bolivia a partir del momento en que fue separada del poder la minoría blanca que mantenía sobreexplotada y excluida a la mayoritaria población indígena?

Sin necesidad de más ejemplos, lo de colegir es que se está desarrollando lo que el Imperio denomina “golpes suaves”, una estrategia a través de la cual busca deshacerse de todo gobierno que no coincida con su visión del mundo, con sus políticas internacionales, con el favorecimiento a las corporaciones transnacionales y que, por el contrario, active transformaciones favorables a los intereses de los respectivos pueblos.

Es una estrategia que nos hace preguntar: ¿Es posible legar al socialismo por las buenas? La respuesta es negativa; de lo contrario no veríamos que en los países en que los trabajadores están despertando de su letargo político y asumiendo su responsabilidad por los cambios que les garanticen condiciones de vida realmente dignas, la respuesta del gran capital sea despiadada.

Así lo vemos en Venezuela, por ejemplo, donde un sindicalista logró llegar a la Presidencia por métodos democráticos, pese a lo cual la derecha la emprende contra él mediante formas de luchas que ella misma califica de repudiables cuando son los trabajadores los que las emplean.

Sucesos parecidos han ocurrido en muchos otros pueblos del mundo, por lo cual resulta válido concluir que cuando las oligarquías pierden o se ven en riesgo de perder el poder, su respuesta es agudizar la lucha de clases, bien sea de forma abierta o soterrada, legal o ilegal, pacífica o violenta, con tal de impedir las transformaciones que hagan de esa pérdida algo definitivo.

Son circunstancias a través de las cuales los trabajadores aprenden que la construcción de su destino histórico, el socialismo, debe afrontarse sin falsas ilusiones, con la mayor decisión, total desprendimiento de intereses personales y plena disposición a asumir los riesgos y privaciones del caso, que fue como nuestros héroes nos legaron la primera independencia.

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