Solidaridad… solidaridad!

Rodrigo López Oviedo

De Tibisay Lucena, rectora del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, nadie ha podido desconocer jamás el alto sentido de la responsabilidad, la transparencia, ponderación e imparcialidad con los que ha afrontado los más difíciles momentos de la historia electoral de nuestro hermano país.

Como prueba extrema de las anteriores virtudes, mencionemos aquel momento en que, pese a las dudas que ofrecían las firmas presentadas por quienes buscaban la revocatoria de Rafael Chávez, dio su veredicto favorable a las mismas y su visto bueno a la convocatoria del referendo revocatorio.

Y ni qué decir del reconocimiento que le hizo a la oposición cuando esta, al tomarse por mayoría absoluta la conducción de la Asamblea Nacional, privó al sector popular de una rama vital a su proyecto político.

Se trata, entonces, de demostradas virtudes, con las cuales Tibisay Lucena realza la importancia de sus pronunciamientos. Por eso resulta tan de suma importancia el que hizo respecto del proceso revocatorio contra Nicolás Maduro al llamar a sus promotores a que lo adelanten conforme a los procedimientos legales establecidos y en el ambiente de paz que debe rodear toda pretensión democrática.

Este pronunciamiento viene al caso por dos especiales razones: Primero, porque el ordenamiento jurídico establece unos términos que son de imperativo cumplimiento y ante los cuales ninguna autoridad puede hacerse la de la vista gorda, ni siquiera Tibisay Lucena, ni tampoco ninguna organización política, por más que sea mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Y, segundo, porque la derecha, en un alarde de poder político que depende más del maquillaje de los medios que de su fuerza real, ha pretendido hacer creer que realmente está interesada en el revocatorio a Nicolás Maduro, cuando este revocatorio ha sido solo el pretexto para crear hechos desestabilizadores que puedan conducir a la intervención imperial, como quedó demostrado con su fallida petición a la OEA de que se aplicara la Carta Democrática.

Que el proceso revolucionario está pasando por grandes dificultades no puede negarse. Pero no son dificultades de ahora. También las hubo cuando era conducido por Hugo Rafael Chávez, su añorado iniciador. Contra él hubo un paro petrolero de larga duración, un golpe de Estado, un intento de revocatoria, muchas marchas y varias demostraciones terroristas con sangre y muertos. Incluso hoy se habla de serias evidencias de que el cáncer que lo llevó al altar de los héroes le fue inducido por manos criminales.

¿Por qué extrañarnos, entonces, de lo que está ocurriendo? En lugar de extrañeza lo que debemos hacer es aplaudir la actitud de Tibisay y estar pendientes de que sus recomendaciones sean atendidas. De lo contrario… solidaridad. ¿Estamos dispuestos a brindarla?

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