¿Por qué marcharon los que marcharon?

Manuel José Álvarez Didyme

Parece que el valor de significación de la marcha que se realizó el pasado 21 de octubre, fue entendido de manera equivocada, tanto por los protestantes líderes del magisterio, como por los de la izquierda fundamentalista que a sabiendas de sus erróneas y antidemocráticas posturas persisten en ir en contravía de la opinión generalizada del país.
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Porque esa jornada fue orientada, -según rezaba la convocatoria de la protesta- contra toda forma de violencia, viniere de donde viniere; contra la criminal desaparición de los líderes sociales, cometida por quien la cometiere; contra el terrorismo en todas sus formas, y sobre todo, contra el perverso fanatismo, generador de odios, retaliaciones, violencia y criminalidad.

Que la generalizada opinión del país de forma ilustrada por las evidencias aportadas de manera abundosa por las comunidades afectadas, al calificar el evento, ya tiene claramente identificados a los autores y protagonistas de esa “prolongada comedia del terror”, como la narcoizquierda del ELN y la supérstite de las Farc, (hoy llamada disidentes), que no al gobierno, si bien este ha pecado por una inexplicable inacción.

Y es que paradójicamente las vallas que los marchantes portaban y exhibían, no condenaban la criminal actuación de aquellas bandas terroristas que por “años sin cuenta” han aplicado y superado todas las formas de perversión conocidas y execradas por el género humano, como formas inimaginadas de la astuta maldad de los injustos.

Que han afectado de forma indiscriminada y por igual a policías y militares, que a la población civil, rural o urbana, así se trate de hombres, ancianos, mujeres o niños, humildes o no, financiadas por el lucrativo producto del delito de lesa humanidad del narcotráfico, bajo el anacrónico pretexto de la inalcanzada búsqueda de uno de esos  fementidos paraísos del proletariado que ya naufragaron en todas las latitudes del orbe, en los que no pueden seguir creyendo sino los enajenados sectarios y despistados continuadores del mesiánico discurso de los años 60 del pasado siglo.

Tal parece que fue la reedición de una nueva marcha de protesta de los correligionarios del Polo y de Petro, su líder, en connivencia con “los guerrillos”, buscando generarle una vez más, sesgos discriminatorios al dolor y al hastío de los colombianos y que como siempre quieren confundir y desorientar a la opinión, porque, ¿quién no quiere protestar contra la violencia, “paraca”, guerrillera o común?

Millones de colombianos de seguro hubieran participado en tan paradigmática jornada como explosión voluntaria de la rabia contenida de un pueblo contra la violencia y la injusticia, si la hubieran visto justamente razonada, que no con los engaños y trapisondas de los “mamertos” de siempre.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME‑DÔME

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