La lucha contra el desempleo: Un propósito regional

Manuel José Álvarez Didyme

Un reciente informe del “Mercado Laboral” presentado por el Director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística Dane, está evidenciando que las cifras del desempleo comienzan a decrecer en el país, presagiando el principio del fin de la crisis generada por el coronavirus y con él, el inicio de un nuevo ciclo económico que, sin pecar de optimistas lo podemos prever, de lenta pero de segura recuperación.
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No obstante en esta Capital de la Música, la tasa de desocupación urbana, por el contrario no da señal alguna de mejoría y continúa su ininterrumpido incremento, hasta alcanzar a la fecha un 27.5% que con tendencia al alza, nos ubica en un preocupante primer lugar, superando a ciudades históricamente afectadas por este mismo flagelo como Neiva, Florencia, Popayán y Cúcuta. Tal situación, por su gravedad, ha hecho que muchos estén pensando hoy en un “Plan Marshall para Ibagué”, por analogía con algo semejante a lo que en su tiempo se llamó “el Programa Europeo de Recuperación“, o “European Recovery Program”, que fue la conducta seguida por los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, como iniciativa de urgente implementación para ayudar a los varios países de aquel continente, que tras la Segunda Guerra Mundial quedaron económica y socialmente devastados.

Un régimen de excepción para esta capital, tal como el que ya una vez se adoptó años atrás y que funcionó bajo la conocida Ley 44, a propósito de la afectación generada por la erupción del “Volcán Nevado del Ruiz” que destruyó la población de Armero al norte del departamento, norma que protegió la economía de esta capital y sus alrededores y la creció hasta recuperarla con amplitud durante un prolongado período de tiempo, del porcentaje de paro que presentaba en razón de la negativa afectación causada por el desastre natural. No obstante, vencido el término de los privilegios tributarios que tal disposición estableció, las empresas atraídas artificiosamente por ellos, salieron huyendo en busca de las condiciones que Ibagué y su dirigencia no les pudieron brindar en cuanto a servicios públicos y recursos humanos, pues la ciudad, mal conducida como se hallaba por entonces, no se preocupó por adecuar aquellos y formar estos, acorde con sus requerimientos, retornando a la situación de crisis anterior, acentuada ahora por el dilatado período de inacción.

Y es que medidas como esta son apenas temporales paliativos, que una vez cesan, tornan la ciudad a su condición de líder del desempleo y centro indiscutido de la desocupación urbana, como se está viendo hoy, ante lo cual y sin dilación alguna, nos debe poner a pensar y actuar, esta vez en la “erradicación definitiva” del flagelo, atacando sus causas estructurales ya conocidas, adoptando las acciones encaminadas a la real mejoría de su infraestructura y servicios y a la adecuada y sólida formación de su recurso humano, procurando que aquella sea de la calidad esperada por los inversionistas de capital, y que la formación que se brinde en nuestras aulas, sea realmente la pertinente para el desenvolvimiento precisado por el mercado laboral, es decir concordante en un todo con las necesidades requeridas para el adelanto de sus programas, proyectos y decisiones.

Comenzando por actualizar su infraestructura y “planificándola a largo plazo”, a fin de ponerla al nivel de la de las ciudades desarrolladas de hoy, hasta convertir a Ibagué en una “ciudad inteligente”, esto es en “una urbe conectada”, acorde con los retos que presenta la “conectividad de redes de banda ancha”, en procura de un claro futuro digital, donde los ciudadanos, los comercios y la industria se encuentren a la orden del día con la tecnología y los procesos, conectados con el crecimiento continuo de la internet de las cosas y sus aplicaciones, lo cual demanda como se sabe, una excelente conectividad comercial, industrial y residencial, a fin de que la totalidad de sus habitantes, incluidos aquellos que no pueden costearlos, tengan acceso a servicios inalámbricos y cableado adecuado.

Sin limitarnos a creer que apenas con el incremento de la cobertura del sistema educativo hasta ahora obtenido, ya la tarea está hecha, sino como lo están haciendo las ciudades que nos dan ejemplo con sus cifras de ocupación y productividad, cuyo propósito esencial es dar satisfacción a los requerimientos de los oferentes de empleo, desde los más simples hasta los más complejos, armonizando con el sector educativo que debe incluir la universidad como ciclo terminal, complementándolo y especializándolo.

Solo así, oteando el futuro y actuando sobre él con decidido optimismo, podremos derrotar la desocupación y la falta de empleo, puesto que es mucho lo que nos falta por hacer.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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