¿Por qué es tan frágil nuestra democracia?

Manuel José Álvarez Didyme

Es el interrogante que nos asaltó, a raíz de la espontánea defensa surgida frente a las recias impugnaciones hechas por el presidente Donald Trump al sistema electoral norteamericano en el reciente debate eleccionario, que se escenificó en aquel país, ya que en nuestro medio el cuestionamiento al proceso comicial se da cada vez que se aproxima o pasa una jornada de esta naturaleza, sin que nadie se sorprenda por ello y nadie asuma la defensa de las instituciones, consecuencia de una verdad que, no por sabida, poco hemos hecho para corregirla: los colombianos al ejercer nuestros derechos, somos más pasionales que informados, lo cual explica el sinnúmero de desaciertos que nuestra historia, pasada e incluso y sobre todo la reciente, registran en la orientación de nuestro errático discurrir político.
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Y es que a la efervescencia pasional que nos es propia, se le añaden, otros factores determinantes de dicha conducta: el bajo nivel educacional de gran parte de la población y la precariedad de su formación cívica, circunstancias que llevan a que poco se crea en nuestra frágil democracia, porque, ¡menos educación, menos conocimiento = menos democracia!.

Y es que a nuestra realidad comicial, a más de demagógicos halagos, se le añaden altisonantes y falsas promesas y las acompañan con reparto de bienes y dineros, y hasta se plagian programas de aspirantes de aquí y acullá, o se echa mano a la demagogia, como es el caso de lo que hacen las facciones o partidos  populistas.

Así que no puede esperarse que un grupo humano, al que no se le ha educado en los valores superiores de la democracia, ni en el ejercicio pleno de los derechos humanos, asuma comportamiento distinto. Ya que para aquel, tales valores carecen de arraigo alguno, porque no le han sido enseñados, y así ¿cómo va a aprenderlos?. O ¿cómo creer que va a salir en su defensa cuando los vea amenazados?

Si además se suprimió la instrucción cívica en los planteles educativos y se abolió la enseñanza de la Constitución, como norma básica del colombiano, luego no se conoce ni su preámbulo, ni sus 380 artículos permanentes y los 67 transitorios, que distribuidos en 13 títulos regulan los principios fundamentales de los derechos, garantías y deberes; participación democrática y partidos políticos, al igual que la organización del Estado y las tres ramas que la componen y que de ella derivan.

Los conductores de servicio público o propietarios de vehículos de uso privado que protestan por el caótico tránsito y el deplorable estado de las vías, debieran reflexionar en ese sentido, al igual que los empresarios, constructores o amas de casa agobiados por las falencias de los servicios de agua, de aseo, alcantarillado o energía; o los estudiantes o aspirantes a serlo por la calidad de la educación pública y su baja cobertura; o los ciudadanos del común por el deficiente servicio de transporte, la calidad de la Justicia, la delincuencia callejera, el crecimiento del comercio del narcotráfico, el desorden urbano, pero sobre todo por el desempleo que no decrece y por el contrario aumenta, ¿pero cómo hacerlo si jamás se han involucrado realmente en ellos y en la búsqueda de su solución? Porque al mantenerlos en la ignorancia se les ha menguado su obligación de verificar la competencia y conocimiento de cada una de sus instituciones, frente a cada tema y de su compromiso con las soluciones. Acorde con ello solo podrán ser aspirantes a ciudadanos y nada más, que por aspiraciones que tengan, sin conocimiento pleno no podrán llegar a serlo de manera integral.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ

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