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De esta forma y a partir de un ilegítimo acuerdo, nuestro Crispín criollo, Rodrigo Londoño, alias “Timochenko” y sus “compinches o secuaces, nos han hecho tragar a los colombianos, “sapos” de todos los tamaños, colores y sabores dizque para alcanzar, “ahora sí”, una esquiva e ilusoria paz, mientras a su alrededor, crece y crece…”, no la audiencia como en el verso de Zalamea, sino el narcotráfico, y con él la violencia de todas las pelambres, disfrazada de disidencias y con los simbólicos colores rojo y negro del Eln.
Que continúan hoy, de manera evidente, su criminal actuar en las zonas de cultivo de la coca, tan vastas que ya copan medio país, en el Cauca, el Caquetá, Meta, Guaviare y Norte de Santander incluido, donde sus agentes, armados hasta los dientes, gracias a las caletas que mantuvieron y mantienen, conservan intacto el control militar y político de antaño, en ausencia del Estado y de su fuerza pública.
Prosiguiendo, ni más ni menos, con la misma falta de transparencia, honestidad y rectitud con la que le hicieron “conejo” a la mayoritaria opinión del país en el plebiscito de Santos, para validar ilícitamente las desmesuradas concesiones que les fueron hechas a través de los acuerdos de paz, quienes con calculado ritmo van tras el poder para imponernos el credo Bolivariano que hoy malgobierna, trafica, asesina y encarcela en Venezuela a sus inermes ciudadanos, en una progresiva y bien calculada marcha, cuyos primeros pasos fueron anunciados ya hace bastante rato con bombos y platillos, en el llamado Foro de Sao Paulo en el Brasil y que se vienen cumpliendo al pie de la letra.
Fieles al anacrónico y como tal desueto credo comunista, que no obstante que ya caducó universalmente, continúa rigiendo para ellos convertido en un eficaz y lucrativo telón de fondo para su narconegocio, ofreciendo ilusorios pasajes para conducir “sin escalas” a sus fieles, a idílicos paraísos, donde reina la felicidad como Cuba y Venezuela, con los jugosos recursos que les brindan a manos llenas la coca, el secuestro y “el boleteo”.
Todo ello gracias a la ingenua credibilidad de los incautos que aún piensan que la violencia y la destrucción, junto al crimen, el narcotráfico, el homicidio, la extorsión, las masacres, el hurto, la sedición y el chantaje, entre muchos otros procederes “non santos”, son válidas expresiones de un pensamiento revolucionario que puede llegar al poder para desde allí obtener el mejoramiento moral y material de la sociedad, si se involucran con ellos.
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