¿Y la justicia? El país demanda su pronta reforma integral y verdadera

Manuel José Álvarez Didyme

A raíz de las muchísimas quejas sobre la urgencia de una “reforma a la justicia”, se ha puesto en evidencia una verdad sabida por todos: que la inconformidad con este servicio esencial, es general, tanto en términos de oportunidad como de calidad, con un presupuesto de casi nueve billones de pesos y apenas sí, un 3% de efectividad y un 97% de impunidad.
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Y es que en el país la cifra de procesos de toda índole, “estancados”, se cuenta en términos de millones, como de tiempo atrás lo vienen señalando los medios, refrendados por los organismos internacionales, que califican nuestro sistema judicial como uno de los más lentos e ineficientes de Latinoamérica, apenas sí superado por Haití, país afectado por toda suerte de desgracias.

Estancamiento surgido de una estructura procedimental inadecuada en todos los órdenes y cada vez más distanciada de nuestra realidad socio-económica, así como de los adelantos tecnológicos y conceptuales propios de los tiempos que discurren, fruto de los remiendos que de cuando en cuando se le hacen de manera improvisada, al punto que el tiempo promedio en el que aquí se resuelven los litigios, supera en exceso los términos que prescriben las normas vigentes, de por sí generosos y dilatados.

Un panorama casi “kafkiano”, acorde con el término que se usa, para narrar situaciones insólitas por lo absurdas, basadas en reglas paradójicas o inescrutables, como “el mundo de irrealidades” que describe la abundosa producción literaria del austro-húngaro, padre del “realismo mágico” y antecedente de nuestro García Márquez, Franz Kafka.

Verdaderos laberintos confusos y angustiantes, que debe transitar el ciudadano en cuanto requerido de justicia, frente a los jueces de los diversos niveles, desde la Corte Suprema, -tristemente lesionada en su imagen hoy, por cuenta del llamado “Cartel de la toga-”, hasta el Juez del Municipio más pequeño y distante, con el obvio detrimento del normal discurrir de la sociedad en su conjunto, que desespera al no advertir que algo se esté haciendo para ponerla en consonancia con la eficiencia y eficacia que demanda la hora presente, ya andado el siglo XXI.

Dramática circunstancia a la cual los estamentos que gobiernan y legislan, no dan  respuesta pues, apenas sí esbozan alguno que otro paliativo, que acentúa la pérdida del respeto institucional sufrido por esta esencial rama del poder público.

Desconociendo una vez más que la justicia, dada su condición actual, está demandando una transformación pero de naturaleza sistémica, es decir que abarque, a partir de su organización interna, los elementos fundamentales para la construcción del nuevo modelo requerido para hacerle frente a la crisis de su funcionamiento práctico, pensada con miras a obtener su “calidad óptima y total”, ya que es “el sistema” en su conjunto el que determina cómo se comportan cada una de sus partes y no a la inversa, pues ¡es el sistema el que no está marchando!

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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