La lucha contra el desempleo debe constituirse en propósito regional

Manuel José Álvarez Didyme

Hay que entender la capacidad que tienen nuestros ríos para convertirse en verdaderos ejes del desarrollo sostenible en el departamento del Tolima, necesitamos que las poblaciones ribereñas vuelvan a estar de frente al río, específicamente, al río Magdalena como nodo de transformación social y económica y como centro articulador de un proyecto nacional que integre al río desde su nacimiento hasta su desembocadura, pudiendo hablar, en el Tolima, de áreas metropolitanas entorno al río, con vocación eminentemente turística y de pesca artesanal.
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La planificación urbana del último siglo en Colombia ha venido desarrollando modelos de ciudades que responden más a un orden espontáneo que a uno planificado, siendo entonces interacciones a nivel micro que en el agregado total dan forma a la ciudad, dejando de lado, muchas veces, la significativa importancia que tienen las infraestructuras naturales en el desarrollo del territorio. Tesis esta, de los órdenes espontáneos, planteada por Friedrich Von Hayek, donde es este “orden espontáneo el que permite el aprovechamiento del conocimiento que individualmente no poseemos, porque cada uno, al utilizar su particular conocimiento, ayuda a otros individuos desconocidos”. Tal vez así lo hemos venido desarrollando, basados en interacciones micro e individuales que dan una forma colectiva y de asociación, pero que no necesariamente responden a la vocación de ciudad de acuerdo a las virtudes sociales o naturales y, esto, nos pasa factura porque por ahí no es.

Hay que darle la cara al río y desarrollar económica y socialmente los municipios que colindan con ellos, debiendo ser autosostenibles. Municipios, por ejemplo, como Natagaima, Purificación, Coyaima, Prado, Guamo, Espinal, llegando a Flandes y pasando por Coello, Piedras, Venadillo, Ambalema, Armero Guayabal y Honda, toda una ruta hidrográfica donde su principal sustento y fuente de ingreso debe ser el turismo y su eje articulador el río Magdalena, necesario para potenciar lo que podría denominarse un turismo gastronómico, con verdaderos proyectos de infraestructura entorno al río que lo hagan atractivo para el turista. Un viudo de capaz, una cazuela de bagre o un bocachico sudado, son platos apetecidos por propios y extraños que deberían engrosar el reconocimiento gastronómico local, junto al tamal y la lechona –solo por citar dos ejemplos-, con los cuales les podemos tender la mano a los pescadores de la región, que lo hacen de manera artesanal y que, con el paso del tiempo, han perdido el reconocimiento –social y económico- a su labor y de paso, han obligado a estas ciudades a buscar vocaciones económicas en otras actividades, sin éxito, pues la salida está en el apoyo, el reconocimiento y la exaltación a lo que somos, a lo que vivimos, a lo que comemos y a lo que hacemos.  El Tolima requiere proyectos que generen el desarrollo territorial y hagan que nuestros municipios sean sostenibles de acuerdo a sus características y vocaciones, eso da libertad a los pueblos, más no programas que nos mantienen a la espera de lo que nos quieran ofrecer, pues con esto último subsidian y mantienen nuestra vulnerabilidad y pobreza, pero nos arrebatan una libertad que debe ser sinónimo de progreso.  

Otro día hablaremos de nuestro río Combeima.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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