“Las festividades folclóricas”

Manuel José Álvarez Didyme

Una vez más, llegado el sexto mes del año en esta ciudad de la música,  celebramos el “Festival Nacional del folclor”, en un período de tiempo que los antiguos celtas llamaban Alban Heruin, es decir, el instante en el que el ‘astro rey’ se halla en su máximo esplendor, cuando más dura en el cielo mostrando todo su poderío a los hombres y cuando empieza a decrecer el solsticio de invierno, fiestas que en esta ocasión se realizaron sin que se hubiera analizado ampliamente “su contenido”, a  fin de diseñarles de una vez y para siempre el  “esquema de organización” o manejo que debe dárseles, para evitar que, antes que motivo de improvisación, desagrado, y pendencia, se constituyan en factor de encuentro con el verdadero acervo cultural nativo y en el espacio propicio para el enriquecimiento espiritual de nuestras gentes y de quienes nos visitan.
PUBLICIDAD

Dejando atrás las cuarenta y nueve oportunidades en que se han realizado, -salvo alguna ocasional interrupción-, sin advertir el tremendo valor social que ellas pueden llegar a alcanzar en cuanto a la espontánea manifestación de una comunidad que definitivamente tiene cierta y definida su vocación por la música y las artes como idóneos medios de expresión de sus estados de alma y que además los usa como pretexto para esquivar el pesimismo que traen consigo el desempleo, la pobreza y el prolongado conflicto que nos asolan. 

Poniendo en evidencia  la importancia de tales fiestas y su permanencia en el tiempo, pero advirtiendo que ante la degradación que hoy han sufrido dadas su pobreza conceptual y la elementalidad e intrascendencia de su actual contenido temático, ha llegado la hora de que nos interesemos por su mejoramiento futuro.

Demandando con urgencia su superación, se requiere vincular a las fiestas a los conocedores del verdadero patrimonio cultural de nuestra región, para organizar en  paralelo a “la pura rumba”, concursos de composición, interpretación e investigación de los diversos géneros musicales; coros, teatro, literatura, seminarios, foros, charlas, cuentería e historia vernácula; costumbres, mitos, creencias y tradiciones; cursos de cocina criolla, y talleres de elaboración de utensilios, instrumentos, materiales y vestuario, así como su exhibición, a la manera de eventos regionales e internacionales que así se diseñan para afirmar la identidad de la región que los realiza.

Y obviamente convocando con tiempo y para ello a sus artistas y artesanos, dotándolos de recursos y asistidos de instructores y diseñadores para producir escenarios, trajes y carrozas con temas distintos de los manidos y faltos de imaginación de las mariposas y florecitas de papel cristal o la chagra campesina tratada de manera precaria y descuidada, y a las matas de plátano y guadua diseminadas por doquier en contravía de la estética y el buen gusto.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME DÔME

Comentarios