Eduardo Santa: Un notable tolimense

María Yolanda Jaramillo G.

Nació al amanecer del siglo XX (1927) en el Líbano (Tolima), tierra de hermosos paisajes y abundante fertilidad; semillero de librepensadores de vocación política. Líbano siempre fue la tierra de sus querencias, al cruzar la frontera del siglo XXI, buscó su refugio en ella; como remanso de paz y amor, quería volver a sus raíces, como gran confirmación a sus escritos “La historia de una comunidad es como un árbol que no puede entenderse, ni existir en la mente de los hombres, si les faltan raíces”. Pero una necesaria atención médica, lo llevó a Bogotá, y allí en la madrugada del 2 de mayo, en la soledad impuesta en estos momentos, dejó su vida mortal.
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Son tantos sus méritos, en lo personal, su hidalguía era su sello; la cronología de su obra, nos muestra en esencia su aporte significativo al avance de la “ciencia social” con su responsabilidad en el convencimiento, que el ámbito de la literatura abarca toda la experiencia humana, y su poder catalizador con su entorno total. Levin Strauss (Francés) fundador y máximo representante de la Antropología Social manifestaba “Las culturas se construyen como lenguajes, con el denominador común del inconsciente; donde mito, lenguas y conductas, muestran la existencia de patrones comunes a la vida humana”, lo cual, Eduardo Santa refleja en su primera obra “La Provincia Perdida” (1951), representa una poética y hermosa colección de estampas, donde se expresa la vida sencilla y patriarcal de aquella época de pequeña aldea, ya desaparecida, fue llevada a la pantalla en el inicio de la televisión. Posteriormente fue su primera novela “Sin Tierra para Morir” (1954), pero su obra cumbre en los años 50 fue “Arrieros y Fundadores” (1959), esta gran obra fomentó la investigación en relación al municipio.

Son más de 40  obras, todas hacen parte del patrimonio del Tolima, que merecen ser estudiadas. Igualmente hacen parte del patrimonio, la Academia de Historia del Tolima, fundada el 16 de Julio de 1986, con su colaboración se logró cumplir, con los requisitos exigidos para ello; coordinó la redacción de sus estatutos; fue elegido como el primer Presidente; vinculó a la Academia con el Boletín Institucional de la Academia Colombiana de Historia, y propició que varias embajadas donaran libros para la biblioteca. Fue el primer miembro honorario de la Academia.

Su muerte honra el destino del Tolima; su obra es una invitación a pensar en nuestras raíces y comprometernos con nuestra identidad tolimense; y el mejor homenaje es reconocer y valorar su gran aporte cultural para el Tolima y Colombia.

MARÍA YOLANDA JARAMILLO

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