¡Indignación!

Francisco José Mejía

Con el atentado terrorista del centro comercial Andino se cumplió el pronóstico del presidente Santos cuando dijo el año pasado que si no se firmaba el acuerdo de paz con las Farc llegaría la guerra a las ciudades. El vaticinio se hizo realidad, pero por la razón exactamente contraria a la que Santos esgrimió: La oferta de impunidad consagrada en el acuerdo con las Farc envalentonó al terrorismo y produjo este atentado.

Es probable que la bomba haya sido plantada por el ELN, ya que son los siguientes en la fila de la impunidad, pero igual pudo haber sido puesta por la disidencia de las Farc, o el Clan del Golfo, o cualquiera de los ejércitos privados que controlan las doscientas mil hectáreas que inundan de coca a Colombia por cuenta del proceso de paz.

Es un asunto de incentivos: si en una mesa de negociaciones con el gobierno se pueden legalizar enormes cantidades de dinero, se obtiene el indulto hasta de los delitos más atroces y encima les dan curules, ingentes cantidades de dinero de los contribuyentes y el diseño de importantes políticas públicas como la agraria, y para obtener todo este botín la moneda de cambio es el chantaje con la violencia, entonces tenemos el escenario perfecto para el florecimiento del terrorismo, como de hecho lo estamos viendo.

Los colombianos no podemos olvidar la historia reciente. En el 2010 las Farc eran un problema marginal de orden público; una pequeña Bacrim con presencia importante en algunas zonas del Cauca y en el Catatumbo, donde se concentraban parte de las 40 mil hectáreas de coca que quedaban en Colombia. El ELN había sido prácticamente desarticulado en su totalidad, con sus jefes, igual que los de las Farc, exiliados en Venezuela.

Hoy, por cuenta de la vanidad de Santos y su complejo de inferioridad con su predecesor, el presidente Uribe, la sola disidencia de las Farc (que no sabemos si realmente es disidencia) que se compone de los frentes más poderosos que operan el negocio del narcotráfico, son militarmente más poderosos que lo que quedaba de las Farc en 2010. Siete años después es muy triste ver a Colombia nadando en coca, a los jefes de las Farc pontificando como estadistas mientras sus frentes más sanguinarios siguen matando, secuestrando y traficando, y al ELN matando personas inocentes, es decir, cumpliendo su rol en este juego macabro en que metió Santos a Colombia.

Si queremos vivir en una sociedad libre y en paz, la única oferta que se le puede hacer al terrorismo es la del peso de la ley y la contundencia de la fuerza legítima del Estado.

En el plebiscito quedó demostrado que la mayoría de los colombianos pensamos de esa manera, esa voluntad política debe ser utilizada para que en vez de blindar constitucionalmente a la criminalidad elevando la impunidad a rango constitucional, blindemos a la sociedad colombiana del mal ejemplo de la impunidad, elevando a rango constitucional la prohibición de más justicias transicionales e indultos a crímenes atroces.

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