El fin de las certezas

Nelson Germán Sánchez

Miradas distintas de una misma idea central, pero en años distintos, por personajes disímiles: el mundo se nos pone patas arriba; y preguntaban públicamente si estábamos realmente preparados y preparándonos para ese cambio irreversible; si nos lo estábamos tomando en serio, más allá de pregonar que eran voces apocalípticas, exageradas o ecos de la imaginación de quienes auguraban y escribían historias fantasiosas o de ciencia ficción sobre el futuro esplendoroso e invencible del ser humano.
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El magnate y genio de los sistemas Bill Gates, había hecho un llamado de alerta en su conferencia TED (por sus siglas en inglés Technology, Entertainment, Desing, de una organización sin ánimo de lucro dedicada a “las ideas dignas de difundir”) en su conferencia del año 2015: “¿La próxima pandemia? No estamos listos”, sentenció. Esto a propósito de que el brote de Ébola (año 2014) se había controlado gracias a la dedicación del personal de salud, el ingenio de algunos y una buena dosis de suerte. Pero al presentarse otra, dijo, la verdad es que los sistemas de salud no están preparados, ni el personal médico y salubridad capacitado ni investigación sobre vacunas y medicamentos en marcha, por lo cual el desastre sería incalculable en la vida y la realidad del mundo como nos habíamos acostumbrado a vivir. No se quería mirar tal proximidad.

Andrés Oppenheimer, connotado y galardonado periodista, también nos había dado ya una advertencia en el libro Sálvese Quien Pueda (2018), donde encaró el fenómeno de la virtualidad como transformador de la realidad social y económica, y cómo se daría un vuelco a las formas de producción, la economía y hasta el relacionamiento humano con una máxima contundente: muchos empleos desaparecerían por la inteligencia artificial, la robotización, la automatización y virtualización de servicios y labores, entre muchas otras: la educación, el periodismo, los servicios bancarios, las recepciones de hoteles, restaurantes y hasta la conducción automatizada del transporte público y privado. Y poco queríamos ver esa realidad y comenzar un cambio.

Ayer, el Papa Francisco, lo dijo en la misa de Domingo de Ramos, en el inicio de la Semana Santa Católica, el mundo como lo conocíamos cambió de golpe, nadie estaba realmente preparado para que todo aquello que creíamos certezas, proyectos, planes, lo cotidiano y lo de siempre desapareciera ante nuestros ojos de un día para otro y casi sin poder hacer nada más que orar, ser solidarios y guarecernos. 
A lo cual se suma que mayoritariamente no estábamos listos para quedarnos obligatoriamente tanto tiempo en casa, a menos que fuese por necesidad o judicialización, porque se había construido un mundo extremadamente social, “idealizado” sobre los preceptos de libertad y libertades, amalgamados con movilidad y locomoción total, autonomía suprema, democratización hasta de la respiración y de cero control o restricción por considerarlas violaciones a la intimidad o de los derechos fundamentales; pero todo eso parece entrar a partir de esta pandemia en modo serio de debate y cuestionamiento social, filosófico y legal en sus fundamentos epistemológicos.  

NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-

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