Suicidio no puede ser marca de ciudad

Nelson Germán Sánchez

Que en las últimas dos semanas del primer mes del 2021 que ayer terminó, por lo menos 6 u 8 personas hayan intentado quitarse la vida lazándose del puente de la Variante ubicado en la salida de Ibagué es una calamidad absoluta para nuestra ciudad. Dan cuenta medios y autoridades que en un solo día lo intentaron tres personas en ese lugar.
PUBLICIDAD

Además, ya varios suicidios se han consumado en tan solo 32 días del nuevo año. Los más mediáticos: el de la madrugada del 20 de enero pasado, cuando un señor se lanzó de un cuarto piso en el Centro de la ciudad y el de una joven en un barrio de las periferias. Claro está que el cierre del 2020 no fue ni mucho menos feliz en ese aspecto: El 9, el 10 y el 20 se presentaron lamentables casos de suicidio en la capital del Tolima. 

 Estamos a 5 días de cumplir dos años del trágico suceso que envolvió a Jessy Paola y su pequeño Nicolás, tal vez el caso más mediático y dramático de suicidio del que tengamos recordación Ibagué; luego del cual padecemos de una lección no aprendida. La administración de Guillermo Jaramillo no logró hacer una buena gestión en materia de salud pública en ese aspecto ni consolidar una política pública sobre el particular. Y de esta administración actual ya vamos en trece meses y la situación es calcada a la anterior.

En lo que no podemos caer, ni mucho menos prestarnos, es a invisibilizar el grave problema o lo que es peor, endurecernos de corazón volviendo el suicidio parte del paisaje o lo más aberrante en casi una marca de ciudad. Seguramente en los próximos reportes nacionales de salud, Ibagué continúe en los primeros lugares del país donde se llevan a cabo o se intentan suicidios. Un nada honroso palmarés.

Es urgente caracterizar, investigar, conocer las causas, tener ya claro con las entrevistas y los acompañamientos a quienes lo han intentado, las razones, los detonantes y desde ahí comenzar a actuar para intentar neutralizarlos con una política pública que irradie a todos los sectores. Acompañar a las familias de las fatales víctimas y conocer a través de ellos posibles motivos que den pistas y luces de un camino preventivo para emprender. Establecer si son problemas afectivos, emocionales, psicológicos, económicos, familiares, traumas no resueltos, falta de oportunidades, de ver un futuro nebuloso pintado en el horizonte de una ciudad que se torna gris, producto de la situación económica difícil, del alto desempleo juvenil, de no ver en realidad su avance urbanístico, paisajístico y de obras ciertas. En fin, de la distancia enorme entre la Ibagué real y cotidiana y la de los anuncios y propaganda que se vive.

Entiendo que en el departamento el año anterior se presentaron cerca de mil 100 intentos de suicidios, según cifras de Instituto Nacional de Salud, cuyo mayor porcentaje recae sobre Ibagué. Trágico. De otro lado, tanto a nivel nacional como en Ibagué, las consultas por salud mental parecen haberse disparado, producto de todo el maremágnum de emociones y sensaciones producidas por la alteración de la cotidianidad a consecuencia del Covid 19 y la pandemia desatada. El resultado no podría ser otro que ansiedad, depresión e incertidumbre, que derivan en comportamientos perjudiciales como el suicidio.

Por eso, lo expreso de nuevo, toda acción que planificada, articulada con otras muchas, con el debido soporte científico, empírico, robustecida en recursos y acciones coordinadas que se lleven a cabo para luchar contra esa pandemia del suicidio, que como virus invisible viene recorriendo y esparciéndose por los rincones de Ibagué, debe llevarse a cabo. Por eso, si monseñor Roa, quiso orar y realizar simbolismos religiosos en el puente de los suicidas, está bien. Si judíos, testigos de Jehová, evangélicos, mormones, hare chrisnas o adoradores de la pachamama quieren hacerlo, sean bienvenidos. La búsqueda de la paz interior, de la tranquilidad a través de la espiritualidad es parte de la esencia humana.

Y es precisamente el sentido de la humanidad lo que no podemos perder frente a este drama del suicidio en Ibagué, que no merece ser cosificado. Sí debemos exigir con contundencia una política pública en marcha con un presupuesto municipal y departamental generoso acorde con la situación. De lo contrario, es volvernos amanuenses con un silencio cómplice ante el dolor por pírricos cálculos de no incomodar a quienes tienen que contribuir a dar soluciones sociales desde sus cargos. Lo cual nos coloca muy abajo en la escala de los principios y los valores como habitantes de esta amada ciudad.

 

NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-

Comentarios