Támesis y Jericó entran al baile

Guillermo Pérez Flórez

Se dice que nunca la noche es más oscura que una hora antes del amanecer. Cuando todo indicaba que la política colombiana era un desierto sin ideas ni principios habitado solo por malandrines surge un brotecito verde que le devuelve a uno la esperanza. Me refiero al reverdecer de la política (con P mayúscula) que comienza a verse en el ámbito local.

Este reverdecer se está manifestando en la base municipal, donde se cuestiona el modelo económico que las administraciones de Uribe y Santos implementaron, de poner todos los huevos en la canasta de la minería, y, al mismo tiempo, el asfixiante centralismo que gobierna a Colombia. Resulta muy interesante que un debate del orden nacional como el modelo de desarrollo se esté municipalizando. Así empezó la Independencia hace más de 200 años, con pronunciamientos de los cabildos en todo el país.

Otro aspecto que emociona es ver que esa contestación al centralismo y al modelo extractivista se dé con la Constitución en la mano, con tutelas, con acciones y consultas populares, con cabildos abiertos, con acciones de cumplimiento, sin disparar un solo tiro, sin secuestrar ni extorsionar a nadie, sin poner bombas ni lanzar cilindros. Se está haciendo una revolución únicamente con las ideas y la gente. Quienes aún persisten en la violencia y siembran destrucción y muerte deberían tomar nota y aprender de esta nueva corriente popular. Támesis y Jericó, municipios antioqueños, resolvieron prohibir por medio de acuerdos municipales la minería metálica. Dejemos aparcado el debate jurídico de las competencias legales, no miremos si un concejo o un alcalde (aunque estén amparados por una consulta popular) pueden prohibir una actividad lícita protegida por la Constitución. No. De momento analicemos el fenómeno político, nada más. Los ciudadanos de Támesis y Jericó, como los de El Jardín, también en Antioquia, y los de Piedras y Cajamarca en Tolima, están defendiendo el agua, el paisaje, la cultura y una propuesta de desarrollo alternativa mediante mecanismos legales. Eso es lo importante.

La oposición a la minería metálica es un fenómeno mundial. El Estado de Montana en EE.UU. le ha introducido prohibiciones expresas, como el uso de cianuro utilizado en explotaciones a cielo abierto. Algo que Costa Rica también ha hecho. Igual que Alemania, República Checa, Hungría, Turquía y varias provincias argentinas. Pero el caso más llamativo es el de El Salvador, que prohibió por mandato legal (con 70 votos de 84 en la Asamblea Legislativa) la minería metálica, convirtiéndose en el primer país del mundo en acabar legalmente con ella por razones medioambientales. La ley obtuvo un apoyo abrumador de funcionarios, académicos y la Iglesia Católica, y el debate sirvió para unir a la sociedad en torno al agua.

La rebelión municipal que está empezando, además del debate ambientalista, obligará a discutir otro asunto capital: el del régimen político regional y local. La ‘nación’ tiene que sentarse a conversar con la provincia. Es tiempo de que ella tenga un nuevo amanecer y de que cada región de Colombia tome en sus manos el timón de su propio destino.

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