“A mal tiempo…”

Polidoro Villa Hernández

“Buena cara”, reza el popular adagio. Obviemos la charla fatalista de la ponzoña que nos daña -sobre la cual hoy pontifica cualquier ‘infectólogo’ vendedor ambulante de tapabocas- y usemos como antídoto la actitud de quienes doman sus miedos con gracia y fe. Además, este traspié global no arruinará a los opulentos de la lista Forbes, ni mitigará el hambre de los famélicos de Burundi.
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Escucho a los ‘Sabios de La Pola’, discreto grupo de joviales veteranos que ha probado el dulce y el acíbar de la existencia, que creen que la muerte es una liberación, pero disfrutan el diario vivir. Ahora, usan las videollamadas para seguir unidos despotricando sobre lo divino y lo humano. Comparto apuntes de estos jubilados gozones:

“Dice uno: “Miren, al comenzar este rollo, a mí me causó desconfianza que tantos líderes se refirieran a los viejos -“cuchos”, decía mi hijastro-, con verdades sabidas: ‘Quienes lo han dado todo por sus familias; los que nos cuidaron cuando éramos infantes, seres de sabiduría que hay que proteger’. ¡Carajo!, tanta floritura y nunca indagaron lo que es hacer cola a la madrugada en una EPS, a los setenta y más años. Y, preciso, nos guardaron como muebles viejos en desván.”

Comenta otro: “Sonrío cuando veo el gráfico de barras verticales que muestra el dato estadístico por edad de las bajas causadas por el bicho: a la derecha, dos barras altas, que semejan las torres gemelas, indican que de 60 años para arriba –cuando aparece el ‘dilema ético’ de si no es un desperdicio ponerle a uno un respirador- le estamos haciendo el mayor aporte a las funerarias. Fíjense: Aún difuntos, somos grandes pilares para mostrar. Es que esta peste parece el invento de un ejecutivo diabólico de un fondo de pensiones...”

“Expresa otro: “La semana pasada salí urgido a hacer una diligencia y cuando me quité la cachucha y vieron mi hermoso pelo cano, una parejita de casco de motocicleta en mano, me dijo con enojo: ‘Oiga, señor, usted que hace aquí. Váyase para la casa. A usted no deberían dejarlo salir.’ Y yo que pensé, cuando se me acercaron, que iban a cederme su puesto en la fila”.

Añade el ‘Mono’: Yo, que viví tanto tiempo en Norteamérica, siempre creí en los políticos de allá. Pero, estoy decepcionado: el rubio mayor vaticinó que esto era una ‘pequeña gripita’, que me hizo pensar enseguida en aguapanela con limón. Y miren como van. Y, luego, otro pérfido líder sugirió que los abuelos deberíamos sacrificarnos para salvar la economía, porque dizque hemos vivido mucho. ¡Tiene cáscara!”

A estos seres críticos y chispeantes, que manifiestan sufrir de endeudamiento crónico; cuya fecha de vencimiento dicen tener muy próxima, y que el único diploma que les falta es el certificado de defunción; que dejaron de cumplir años para comenzar a cumplir sueños, no los acobarda los achaques ni la muerte. Pero disciplinados toda la vida, filosofan divertidos en el encierro.

POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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