Sálvese, si quiere

Polidoro Villa Hernández

A quienes ejercen la indisciplina colectiva en barrios populares armando parrandas clandestinas y fiestas calientes, ‘pura cheveridad’, dicen, y a los transgresores de las medidas sanitarias que féminas alborotadas admiran como ‘bacanes tesos’, debe recordárseles que ni los superhéroes son inmunes al virus: ya contagió a Batman; también a la mole humana de Rápidos y Furiosos, “La Roca”, al que no le entran ni balas de cañón; tampoco respetó la sangre azul de la Princesa Teresa De Borbón y Parma. ¡Un peligro por aquí con tantas reinas!
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Los taxistas, siempre bien informados, cuentan que van a muchos barrios donde los fines de semana los vecinos organizan en la calle ‘folcloritos pandémicos’, con música, trago, asado y baile hasta la madrugada. Los contagios crecen y somos sextos en la estadística mundial de infectados. Esto debería desvelarnos, pero abundan incrédulos que no acatan consejos y usan el tapabocas como babero, visera, o cómo exótico arete en una oreja. 

Los irresponsables ciudadanos que piensan que ser ‘vivos’ es pasarse por la faja decretos y normas, propician que esta letal crisis sanitaria -que no se sabe con certeza cuando comenzó y menos cómo terminará- pueda agravarse y prolongarse. La apertura de esta semana fue una estampida de deseos reprimidos para compras y para otros menesteres.

En algunas ciudades, ya no sólo hay colas en bancos y restaurantes, sino también en los moteles, donde la suite de sadomasoquismo –práctica que la corruptela política aplica a los colombianos- tiene muchas reservas. Y ni hablar de ciertos municipios caribeños, donde la macabra costumbre es destapar el ataúd y darle el último adiós al finado agarrándole la mano. Seguro que éste, agradecido, pronto se llevará algunos amigos.   

Esto fue inesperado y somos indisciplinados, todo lo convertimos en simulacro. Cómo creerle a un muchacho parado a la entrada de un comercio, con un frasco de gel en la mano y un tapabocas que parece improvisado con una tanguita femenina, que invita: “Entren, aquí cumplimos con los más estrictos protocolos de bioseguridad”. Al principio, todo fue riguroso: en un banco rociaban con bactericida las suelas de los zapatos, pero avanzado el día, el encargado estaba tan cansado de agacharse, que solo rociaba un zapato. Uno no sabía si debía acercarse a los cajeros saltando en un solo pie.

Hay innovaciones: Un modisto mexicano que quedó anclado aquí por la pandemia, con ojo profesional detectó una nueva tendencia de comportamiento y moda en mujeres jóvenes de hasta cincuenta años: con la cara tapada, no se avergüenzan, ni se ruborizan, así que los pantaloncitos calientes cada vez son más minúsculos y los escotes más atrevidos. Vivir para ver.

Mascarilla, distanciamiento e higiene, son la clave. Los collares de eucalipto, la orina de vaca, o los baños con límpido, no salvarán del patógeno a los seres más vulnerables. Y quienes toman deportivamente el riesgo -parafraseando a Monterroso en su microrrelato “El dinosaurio”-, Una mañana despertarán con la Covid-19 encima de ellos.

POLIDORO VILLA

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