Permítaseme en esta época convulsa con tanta noticia innoble para la ciudadanía colombiana, hablar de algo más amable que vale la pena reivindicar y es la amistad que perdura a través de los años a pesar de que esos amigos y amigas casi no tengan oportunidad de conversar ni verse para compartir momentos.
Podría expresar como se dice popularmente, cero y van dos. Dos veces que se ha generado la posibilidad de juntar en un mismo sitio a los compañeros y las compañeras del bachillerato que después de cuarenta años se reencuentran para compartir, bromear y sobre todo para actualizar cartilla de lo que ha pasado en la vida de cada uno.
El encuentro tuvo lugar en Chaparral este fin de semana y se sumó a un maravilloso evento, la entrega de una obra gestionada por esta camada de egresados que quisieron aportarle la pintura y refacción a su institución educativa, el colegio Manuel Murillo Toro, en vista que los gobiernos poco invierten en el mantenimiento de las instalaciones físicas de los lugares donde se forman las nuevas generaciones.
El encuentro de egresados lo voy a llamar los años maravillosos. Fabuloso fue recordar y sentir nostalgia de los tiempos idos. Los momentos en el colegio, los salones donde se estudiaba, los apodos de los compañeros y compañeras, además de los maestros. Los primeros pasos en el arte del galanteo con las muchachas y los amores imposibles que aún se mantienen en lo más profundo del corazón de algunos y algunas.
Rememorar los paseos a los charcos emblemáticos por los que se conoce a Chaparral. El Chocho, el Pan de Azúcar, La Tigrera, Tuluní, El Tambor, por solo mencionar algunos. Allí se aprendió a nadar y a disfrutar con los compañeros que se aventuraban a adentrarse por caminos poco conocidos. Había charcos de charcos, puesto que algunos tenían una gran profundidad y generaban un peligro para los bañistas novatos. Inolvidables las cascadas de La Tigrera y los encuentros de amores furtivos que se daban en este espacio natural.
Quién no recordaba las veladas bailables en la Sede Social y Deportiva que casi siempre tenía una orquesta para que la gente del pueblo se deleitara con su música y tiraran paso hasta altas horas de la madrugada. Algún compañero refirió que en Chaparral la gente se sentía orgullosa porque aprendieron a bailar con orquestas en vivo y no con los discos de acetato o “los negritos” como le decían las personas.
Eran los años maravillosos para la práctica del fútbol, el voleibol, el básquetbol, el atletismo y la danza. Hoy muchos de sus practicantes, que estuvieron departiendo en este encuentro no se conservan como en esas épocas y por supuesto viven tranquilos, resignados y alegres con los cuerpos que poseen. Son los años compadre, me decían y por supuesto que es así, pues así estamos todos y todas.
Traíamos a la memoria nuestro famoso Festival de la Canción Sur tolimense y la sana rivalidad entre los participantes que representaban a su municipio. Eran las épocas de las grandes baladas de Leo Dan, Raphael, Nino Bravo, Sandro y Camilo Sesto. Con esa música competían en una anticipación premonitoria de lo que hoy se conoce como el “Yo Me Llamo” de la actualidad.
Se cruzaban las nostalgias, pero también el grupo es consciente de que cuando alguien tiene solo recuerdos y ningún sueño está liquidado y condenado a desaparecer. Se destacó el esfuerzo que significó la gestión para conseguir los materiales para la refacción del colegio y la alianza que se generó con la Alcaldía de Chaparral, la empresa donante de los materiales, el ejército y la comunidad educativa del Murillo Toro.
Cuando se juntan voluntades y acciones en pro de algo benéfico para la comunidad se ven los resultados y este grupo de egresados seguirá comprometido con ayudar a su municipio en lo que puedan gestionar y aportar. Si este grupo se vuelve referente, a lo mejor otros grupos de egresados seguirán su ejemplo y con todos los chaparralunos y chaparralunas que están en diferentes sitios y latitudes se podrá hacer una contribución de mayor impacto en beneficio de este ente territorial.
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