El papel del nuncio

Rodrigo López Oviedo

En entrevistas a El Tiempo y Semana, el nuncio apostólico, monseñor Luis Mariano Montemayor, hizo algunos comentarios alusivos a la paz que, pese a la alcurnia del personaje, no contaron con el despliegue que era de esperarse, salvo el relacionado con su disgusto por “el lenguaje excesivo” que empleó monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, quien calificó de “venganza genocida” la actitud de Iván Duque ante los acuerdos de paz logrados por Santos.
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En tales entrevistas, la ambivalencia del prelado fue la nota predominante, pues si bien dejó claro su convencimiento de la difícil situación en que está el proceso de paz, no se atreve a insinuar un mínimo de responsabilidad de parte del gobierno. Por el contrario, sugiere que en superarlas “se sigue trabajando”, lo cual trata de demostrar indicando que hay una misión de verificación, que se reciben fondos internacionales para ayudar al proceso, que se puede asistir a reuniones con la misión de las Naciones Unidas, en fin.

Con tales ejemplos de lo que “se sigue trabajando”, lo único que demuestra monseñor Montemayor es su deseo de tapar las trabas del gobierno a la implementación y la prepotente actitud que asume ante un Eln que, a través del silencio unilateral de sus fusiles y la propuesta de continuarlo en forma bilateral por tres meses más, demostró su real interés en poner de su parte para ponerle fin a la contienda armada.

Pero Duque sigue tan empeñado en demostrar que puede alcanzar la paz sin impunidad, es decir, sin acuerdos con la insurgencia, que está haciendo evidente que su real empeño es el de darles cumplimiento a los mandatos de sus patrones, los mercaderes de la guerra, interesados en que esta no termine. De allí el trato indolente que le está dando a la masacre de la que son víctimas los líderes sociales, ya obligados, en medio de su desespero, a salir de sus regiones en extenuantes caminatas, exponiéndose al nuevo riesgo de muerte, el coronavirus, con tal de poder llegar a Duque a exigirle que como presidente se haga sentir ante Uribe, y le ordene el cierre inmediato de los grifos paramilitares, por los cuales se está escapando la sangre de nuestros mejores compatriotas.

A esos caminantes debería salirles el nuncio apostólico, con sus brazos abiertos y actitud solidaria, a apoyarlos en sus exigencias de paz, pues no de otra forma podrá cumplir la encomienda del papa Francisco: ayudar a cimentar la paz, tomando en cuenta que eso solo es posible poniéndose de parte de las víctimas, y no del gobierno, que debiendo estar también con ellas, actúa como su antagonista.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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