Pragmatismos necesarios

Rodrigo López Oviedo

Todavía conservo el recuerdo de un hecho sucedido en 1984. Eran las diez de la noche de un caluroso sábado y los numerosos seguidores que Alberto Santofimio Botero tenía en Chaparral aún lo esperaban ansiosos. Su arribo se había previsto para cinco horas antes, pero no llegaba, y, sin embargo, no decaía el ánimo de los concurrentes, tal vez por un factor que se sumaba al atractivo propio del visitante, quien solía imprimirles deleitosas cadencias melódicas a sus elocuentes discursos. Tal factor era la curiosidad que despertaba el que nadie supiera, siendo ya tan tarde, a cuál tribuna se subiría el orador, pues a falta de una, dos tarimas ocupaban sendas esquinas del parque, ambas adornadas con banderas iguales, ambas animadas por agitadores igual de convincentes, ambas dispuestas para el mismo acto.
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La razón de tal duplicidad era sencilla: el santofimismo estaba allí en manos de dos irreconciliables contendores, a cuál más convencido de contar con las preferencias del jefe: la diputada Martha Esperanza Ramos y el exsenador Julián Maclín Cortina, quienes, al no poderse poner de acuerdo en torno al desarrollo del evento, montaron cada cual su propia tarima, asegurando que sería en la suya en la que aquel preferiría subirse.

Quienes carecíamos de velas en ese entierro, pues estábamos presentes más por saber a favor de quién se dirimiría aquel entuerto, tuvimos la fortuna de ver recompensada nuestra espera con la fortuna de ver llegar al tribuno, ¡a las once de la noche!, en compañía de sus dos dirigentes díscolos, uno a su derecha, otro a su izquierda, y cada uno con el convencimiento intacto de ser el dueño exclusivo de las publicitadas preferencias, aunque ambos dispuestos a disfrutarlas en común en una esquina neutral de la plaza. A eso le llaman pragmatismo.

Algo distinto ocurrió en Ibagué en la pasada visita de Petro y Luis Fernando Velazco. Distinto porque para estos aspirantes presidenciales no hubo ya dos tarimas, solo una; y porque, a su espera, en vez de dos dirigentes, no hubo ni siquiera uno, lo cual resulta curioso porque lo que suele ocurrir es que quien respalda a un líder aspire a que este, enterándose de la fortaleza de su respaldo, le permita salir con él en la foto, que para lo demás hay tiempo.

Pues eso no ocurrió. Ni siquiera hubo fotos, y en la tarima solo estuvieron los dos oradores. ¿Razones? Nadie las da. Seguramente Petro, conocedor de que quieren envenenarle su lista del Pacto Histórico a la Cámara con una candidata insuflada por Cambio Radical, haya preferido estar solo antes que mal acompañado. Él también sabe ser pragmático cuando es necesario.

 

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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